PAAKAT: Revista de Tecnología y Sociedad

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Paakat: Revista de Tecnología y Sociedad

ISSN: 2007-3607

Universidad de Guadalajara

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México

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Año 5, número 9, septiembre 2015-febrero 2016

 

 

 

La construcción de ciudadanía en espacios públicos

Apuntes sobre el 15-M y la cotidianidad pamplonesa[1]

 

 

 

Hernán Riquelme Brevis[2]

Universidad Arturo Prat

Primera Región de Tarapacá, Chile

 

 

 

 

[Recibido: 28/04/2015. Aceptado para su publicación: 6/07/2015]

 

 

 

Resumen

El presente trabajo analiza el papel de la ciudadanía en la construcción de los espacios públicos desde el caso particular de la Plaza del Castillo, Pamplona. Para ello, la estructura del artículo es constituida por tres bloques centrales, a saber: una sección de antecedentes históricos de la Plaza del Castillo en donde se describen los principales acontecimientos que sucedieron la conformación espacial pública; un apartado reflexivo en cuanto a la funcionalidad del 15-M en 2011 mediante el relato de ciudadanos con respecto a la Plaza del Castillo como espacio en el cual convergen acciones políticas cotidianas; y una sección de reflexiones finales sobre las transformaciones del espacio público a partir de la organización de la protesta social. En definitiva, el trabajo ofrece una aproximación sociológica para el estudio del espacio social y las reivindicaciones urbanas que emergen en el seno de la ciudadanía.

 

Palabras clave

Ciudadanía, espacio público, vida cotidiana, acción política.

 

 

The construction of citizenship in public spaces. Notes on the 15-M and the pamplonese daily life

 

Abstract

This paper analyzes the role of citizens in the construction of public spaces, from the particular case of the Plaza del Castillo, Pamplona. To do this, the article structure is constituted by three main blocks: a historical background section of the Plaza del Castillo, where the main events that happened public spatial conformation are described; a reflective paragraph regarding the functionality of the 15-M the year 2011, by the account of citizens regarding the Plaza del Castillo as a space in which converge political actions and daily; and a section of final thoughts regarding the transformation of public space from the organization of social protest. In short, the work provides a sociological approach to the study of social space and urban demands that emerge within citizenship.

 

Key words

Citizenship, public space, daily life, political action.

 

 

 

Introducción

Las plazas públicas, en términos históricos, han sido espacios utilizados para la manifestación de diversas actividades ciudadanas. Prácticas políticas, económicas y culturales se desarrollan en las plazas como espacios que, de algún modo, pretenden evocar el ágora griego y la búsqueda de participación en su expresión democrática.

El ejercicio de construcción ciudadana[3], asociado al espacio público como forma de visualización masiva y concatenación de prácticas colectivas, refiere lugares que permitan el libre tránsito. La configuración espacial es una consecuencia de la planificación urbana, y, en ese sentido, es que la utilización de las plazas responderá a las problemáticas discutidas por grupos sociales desde perspectivas de poder.

Como ejemplo de ello, en las últimas cinco décadas, destacan: El Zócalo de México (1968), la Sorbona en Paris (1968), Tahir en Egipto (2011), The Wall Street en Estados Unidos (2011), la Plaza Sintagma en Grecia (2011), la Puerta del Sol en Madrid, Plaza de Cataluña y Plaza del Castillo en España (2011) entre muchas otras que constituyen claros ejemplos de la revitalización del espacio público en pos de la construcción de prácticas políticas, que, a su vez, condiciona espacialmente la organización de la protesta social. No obstante, las plazas no sólo son utilizadas para demostraciones de fuerza política sino que economía, arquitectura y planificación urbana convergen en la vida cotidiana de ciudadanos con desplazamientos condicionados por el libre despliegue del sector inmobiliario, y las políticas públicas urbanas de los gobiernos en turno.

Ante este panorama, donde el espacio público es disputado simbólica y materialmente, surgen una serie de interrogantes que buscan ser aclaradas en el transcurso del análisis, entre las que destacan: ¿cómo se configuró el espacio público mediante el 15-M en Pamplona?, ¿qué representa la Plaza del Castillo para la ciudad?, ¿cómo influye el espacio público y la protesta social en la vida cotidiana? Éstas y otras inquietudes serán consideradas desde el caso particular de la Plaza del Castillo de Pamplona, como un ejemplo específico de las relaciones de configuración y reconfiguración del espacio social. Se trata de un estudio de carácter sociológico que pretende analizar la mencionada plaza mediante la configuración espacial construida tanto por la planificación urbana como por los ciudadanos de Pamplona.                                          

La metodología se centró en la observación participante y las entrevistas en profundidad como técnicas principales al momento de analizar la problemática. Cabe señalar que la estructura del trabajo consta de: una contextualización histórica de la Plaza del Castillo, una discusión teórica respecto al uso del espacio social público y la acción política del 15-M, y, finalmente, se presentan las conclusiones obtenidas.

 

La Plaza del Castillo: entre el modelo de ciudad y el ordenamiento territorial

La ciudad de Pamplona[4], capital de Navarra, ha experimentado importantes cambios en cuanto a su morfología y expresión territorial. Cuenta con un espacio público de 14.000 m2 ubicados en el centro que permite congregar ciudadanos y definir el tránsito peatonal. Para la ciudadanía, la plaza representa un cúmulo de experiencias históricas relevantes, las cuales de una u otra forma han condicionado los espacios de vida de sus habitantes. Como primer antecedente, se concibe a Pamplona como al conjunto del territorio de la civitate pampilonensium; no es exclusivamente el casco urbano, sino que refiere el suburbio (la Cuenca de Pamplona), la región (Vasconia) y las montañas, “La ciudad de Pamplona y sus murallas fueron derribas el año 778 por Carlomagno” (Urzainqui en Castellet 2003, p. 130). La amplitud de Pamplona trasciende lo netamente urbano, y ocupa una posición que alberga aspectos paisajísticos y periurbanos. Los cambios producidos remontan especialmente al siglo xix. En este sentido Anaut, en términos históricos, enfatiza en que:

A lo largo de su historia y, en especial durante el siglo xix Pamplona se define como una plaza fuertemente amurallada, situada en un área altamente inestable desde el punto de vista político y estratégico-militar, en la que el poder del ejército sobre el espacio urbano y su entorno […] se impondrá, en numerosas ocasiones a la jurisdicción civil (2001, p. 63).

 

El primer factor se constituye por el modelo de ciudad desde la composición militar que consolida, domina y articula el espacio público, lo cual repercute en el modelo planificador. A finales del siglo xix y durante el inicio de la Guerra Civil (1936-1939), se ciñen las bases de la ciudad actual, Anaut concibe el proceso bélico como el comienzo de las transformaciones asociadas al ordenamiento del espacio urbano, condicionado por el dominio del paradigma económico-financiero, “el cual constituye un factor determinante para la aplicación de proyectos del ideal de ciudad” (Anaut, 2001p. 29).

A su vez, la relevancia de la planificación urbana de Pamplona supone un ordenamiento que se gesta a partir de los procesos sociales realizados en concordancia con dos factores esenciales identificados por la autora. Por una parte, desde las convulsiones bélicas que obligan la transformación del ordenamiento de la ciudad, y, por otra, desde la compresión del urbanismo como un proyecto político que se expresa mediante relaciones de poder, lo cual supone una planificación urbana que radica en la construcción de la ciudad desde la hegemonía de los sectores dominantes.

Como segundo factor, desde una perspectiva contemporánea, Pamplona ofrece un ordenamiento territorial endógeno, lo cual posibilita una diferenciación en cuanto a la estratificación y posición geo-espacial de sus habitantes. Para tener una visión genérica Urdaniz sostiene:

[En] Lo que respecta a la distribución territorial de su población dentro del propio municipio, [cabe señalar que] esta se ha desplazado a los barrios distritos de San Juan (iii) e Iturrama (iv) principalmente, englobando entre ambos cerca de la mitad de la población de la ciudad. El Casco viejo y el Ensanche van perdiendo población paulatinamente: Chantrea, Rochapea y San Jorge apenas varían y el “Centro de la ciudad” salvo en el aspecto administrativo, tiende a desplazarse hacia los barrios más habitados (Urdaniz, 1996, p. 75).

 

La población pamplonesa se desplaza hacia el espacio periférico de la ciudad, aspecto que genera una reducción cuantitativa de población residente en el centro, una ampliación de la periferia y un mayor desplazamiento cotidiano dentro del circuito urbano. El crecimiento territorial supone una concentración de actividades, lo que repercute en el diseño de ciudad.

 

La plaza como un espacio de reunión social

La Plaza del Castillo[5] tiene como principales vías de acceso la calle San Nicolás, la calle Chapitela y la Avenida Carlos iii[6]; representa un espacio central para la conformación de la ciudad, y, como toda obra levantada por civilizaciones, en su cronología exhibe fluctuaciones en cuanto a su actual estética, lo que ocasiona que se forme a medida que la ciudad se constituye. Como primer indicador temporal destaca el siglo xvi, puesto que:

La Plaza del Castillo, aunque ya existía de antes, queda configurada en 1583 con la construcción del convento de las Carmelitas Descalzas. Es importante señalar que las casas que la constituyen no se orientarán hacia la plaza hasta el siglo xviii, constituyéndola mientras tanto las traseras de las casas de las calles de alrededor (Gaviria, 1978, p. 40).

 

Cabe señalar que durante el siglo xvi Pamplona queda bajo el mando de Castilla, lo cual posibilita la cimentación de las bases de una ciudad pensada defensivamente, dando paso a la construcción de las murallas[7] que rodean una parte de la ciudad.

Una segunda transformación ocurre a mediados del siglo xix, a partir de la renovación urbana que se gesta producto de la remodelación del teatro. Según Jurio (1995), la Plaza del Castillo, que en ese entonces recibía el nombre de Plaza de la Constitución, quedaba cerrada. “Se comunica con lo que llaman el Bulevar, y popularmente Paseo de Valencia, por el apellido del procurador y notario Don Prudencio” (Jurio, 1995, p. 199). Respecto al quiosco, como referente geográfico-espacial, y siguiendo al ayuntamiento de la ciudad, cabe señalar que “está situado en el centro de la plaza y fue instalado el 28 de junio de 1943. Sustituyó a otro de madera de 1910, que sustituía, a su vez, a la fuente dieciochesca de la Beneficencia, obra de Luis Paret, cuyo ornamento principal era la estatua de la Mariblanca[8], hoy en la Taconera” (Ayuntamiento, s/f, 2011).

Para los pamploneses, la plaza[9] supone un lugar que permite la comunión de entretenimiento, consumo e interacciones sociales variadas, es un lugar que para un amplio grupo de la población recibe el nombre de “cuarto de estar” ya que alberga numerosas terrazas y cafés, algunas de ellas representativas, como el Café Iruña[10], el Casino Eslava y el Casino Principal. En cuanto a la distribución ornamental, resulta necesario describir el “cuarto de estar” como un ágora, que, producto de su disposición y orientación, posee características de salón (Sueskun, 2001).

La Plaza del Castillo presenta cuatro ejes materiales desde una perspectiva espacio-temporal: el quiosco[11], como referente político e histórico; los bares y lugares de recreación que ocupan la periferia de la plaza; los centros de recreación y esparcimiento (casinos y hoteles); y los conjuntos habitacionales que rodean la plaza. Evidentemente, estos lugares estéticamente lánguidos, se activan al momento de ser concebidos y utilizados como espacio de relaciones sociales mutables en la cotidianidad.

 

Configuración espacial y el 15-M. El espacio: entre lo privado y lo público

Desde una perspectiva histórica, el escenario general de la ciudad de Pamplona y la especificidad de la plaza, generan un enlace en cuanto a la construcción sociológica del espacio público y el papel del 15-M como el último (y actual) movimiento político masivo que ocupó la plaza y reconfiguró su utilización.              

Al analizar teóricamente la composición urbana de Pamplona –advenida del modelo de ciudad bélico y financiero- se puede suponer que la construcción primigenia del desplazamiento ciudadano, concentrado en un andar-habitar-visualizar, supone, siguiendo a Delgado (2007), una ciudad concebida como un conjunto de movimientos complejos por parte de una población numerosa, la cual habita en estructuras que permiten generar una urbanidad diferenciada en un espacio social. Asimismo, la relación existente entre los sujetos y la ciudad se puede medir en dos niveles: el cognitivo y el afectivo.

Durán (2008) sostiene que el nivel cognitivo implica una relación analítica y sintética. Analítica desde la diferenciación, el reconocimiento y la memorización que suponen la segmentación del conocimiento desde los espacios considerados (barrios, perfiles, ambientes, recursos instrumentales), y sintética, desde la integración, fusión y armonización, lo que da como resultado la imagen de ciudad asociada a una identidad cambiante, en donde la multiplicidad de acciones hace aflorar las experiencias de los sujetos y como éstas se construyen. Mientras que del nivel afectivo se puede señalar que, al construirse de manera paralela de lo cognitivo, “permite ahondar en los aspectos cualitativos que subyacen en la percepción de los sujetos” (Durán, 2008, p. 81).

Desde una perspectiva de ordenamiento territorial es preciso reflexionar sobre la segregación socioespacial, comprendida como el proceso de diferenciación de residencia a partir de criterios de diversa índole[12], entre los que destacan: etnia, socioeconomía y demografía (Aymerich, 2004). La construcción del vínculo social, ya sea afectivo, laboral o identitario, requiere de especial atención para la conformación de ciudadanía. El sentido de pertenencia e identidad con un lugar se construye desde el territorio, por lo que, al configurarlo espacialmente se hace explicita la diferenciación entre los habitantes de una misma ciudad, y, consecuentemente, un efecto de desigualdad-exclusión.

El territorio habitado permite acceso y conectividad con servicios, redes y recursos. La construcción de la ciudad supone una planificación segregada, en la cual el habitar apropiándose de un espacio (Lefebvre, 1968) resulta una actividad compleja y coartada por la planificación de la ciudad. No obstante, la historia particular de cada ciudad posibilita una relación entre las formas espaciales y la construcción del espacio de manera diferenciada, es en esta contradicción donde emerge el sujeto político que, más allá de su posición territorial excluida, su condición desigual de accesibilidad, o el momento histórico, emerge para intentar reorganizar el espacio público[13] y cuestionar el ordenamiento territorial.                           

El espacio social, como categoría utilizada por las ciencias sociales, remite una primera definición[14] en Lefebvre (2013), quien concibe el espacio como producto material y social homogéneo, fragmentado y jerarquizado. Para el autor, analizar el espacio social supone un trabajo que deviene en las formas de construcción de una determinada sociedad, es decir, convergen representaciones y prácticas, en las cuales se contraponen y sintetizan los intereses entre los planificadores de la ciudad y los ciudadanos. De los primeros, cabe señalar que son los encargados de establecer y organizar el territorio, son precisamente ellos quienes regulan y planifican, amparados por la burocracia, la ciudad. Por lo cual, la mutua dependencia que contraen con los poderes políticos de turno reproduce un tipo de ciudad capitalista, diseñada para el consumo, el ocio, el trabajo y todo lo que moldea la vida cotidiana urbana. De los ciudadanos, resulta pertinente enfatizar que, mediante las prácticas y la representación espacial, experimentan la cotidianidad en la ciudad, contraen relaciones materiales y crean formas de socialización y sociabilización que, a su vez, apuntan a la transformación de las relacionales espaciales.

Ahora bien, remitiéndonos a la relación teórico-metodológica del espacio social, para Lefebvre, confluyen tres conceptos generales: “forma, estructura y función. Es decir, cualquier espacio social puede devenir objeto de un análisis formal, de un análisis estructural y, por último, de un análisis funcional” (Lefebvre, 2013, p. 198). Respecto a la forma, denota componentes estéticos propios de lo público y limítrofes para/con el espacio privado. En relación con lo estructural posibilita la conexión de escalas generales, en la cual el espacio público -e infiriendo particularmente las plazas- se compone de elementos materiales que dan forma en relación con el resto de los elementos que disponen lo público (calles, iluminaria, acústica, etc.). De lo funcional cabe señalar que remite a las construcciones sociales originadas en los espacios públicos, en donde las escalas y dimensiones y su contrapeso por parte de la organización total, reproducen la utilización de la plaza como un lugar de tránsito, descanso y ocio.

El espacio público, como escala intermedia, se complementa con lo privado, los lugares de paso y las instituciones políticas. Para ahondar en ello se presenta un esquema elaborado por Lefebvre, en el que “G es lo público (‘global’), P lo privado y M lugares de paso” (Lefebvre 2013:204). El esquema queda constituido de la siguiente manera:

           g

     G   m

           p

           g

              M   m

           p

           g

              P    m

                    p

 

Los lugares de paso, concentrados al centro y como intermediarios entre la vida familiar y lo público, poseen una utilidad estratégica al momento de organizar la vida en la ciudad, debido a la oscilación producida por los espacios de desplazamiento, en los cuales

el adentro y el afuera son en esencia campos móviles que no tienen por qué corresponderse con escenarios físicos concretos (…) la calle y la plaza son el afuera por excelencia donde, al aire libre, tiene lugar una actividad poco anclada, en la que la casualidad y la indeterminación juegan un papel importante (Delgado, 2007, p. 33).

 

Si bien, para Delgado (2013), Lefebvre no se refiriere mayormente al espacio público[15] como una categoría analítica en el transcurso de sus obras, sí encuentra un valor teórico en lo relativo al espacio urbano. Delgado (2007), sostiene que en el afuera se contraen relaciones sociales idóneas para transformar, organizar y reproducir la vida cotidiana, tanto por el diseño propio de la ciudad, caracterizado por la estética de lo público y la planificación del tránsito, como por la incertidumbre que se produce al ejercer el desplazamiento por espacios desconocidos, cuestión que obliga a interactuar mediante códigos sociales preconcebidos con el fin de no quebrantar la esencia de lo público.             

Aunado a ello, una característica fundamental de las plazas, como lugares de convergencia social casual e indeterminada, pasa por la relación utilidad-interacción, puesto que converge:

Servir y ser usado, para llenar y vaciar con la presencia real o simbólica, para interactuar con otras personas en un entorno y para interactuar con el entorno en tanto que personas. Es éste un espacio normalizado, definido a través de reglas y convenciones. Las menos, aquellas legalmente estipuladas; las más, aquellas construidas social o culturalmente. En él, tanto las características físico-arquitectónicas como las normas de uso posibilitan a la vez que constriñen la actividad actuando como dos facetas que transaccionan (se definen mutuamente) sobre una misma unidad. Las personas y grupos interpretan y reinterpretan constantemente esa unidad, significándola para cada ocasión, para cada momento concreto creando así configuraciones contextualizadas «persona-entorno», escenarios para el comportamiento, para la relación. (Valera, 1999, p. 2).

 

Por y en la plaza, como espacio social público caracterizado por una pluriconcurrencia de ciudadanos, transcurren diversas actividades, instituciones y normas, lo cual obliga a una diferenciación y unidad de pautas de interacción, convivencia y reproducción de lógicas sociales. La plaza es un lugar que obliga a un comportamiento desde lo público, en donde el anonimato ofrece la reproducción del ideal de vida moderna serena; un instante de descanso y ocio en el corazón de la ciudad; un alejamiento de la vida urbana, estando dentro de la urbe. La utilización del espacio público, al comprenderse mediante el sentido de apropiación, no refiere tan sólo al sentimiento de propiedad, abandono o delincuencia (Fonseca, 2014), más bien supone una acción mancomunada entre los ciudadanos y sus prácticas políticas para reconfigurar espacialmente la ciudad, por ende, la cotidianidad.

 

La organización del 15-M

El movimiento ciudadano 15-M nace, parcialmente[16], relacionado a dos hechos sociales fundamentales: el reajuste económico (acción) y la organización ciudadana (reacción). El primer hecho está asociado con las reformas implementadas por el gobierno español, las cuales estipularon un reajuste económico para intentar amortiguar los efectos de la crisis. La reforma apuntó principalmente a la disminución de salarios, congelación de pensiones, eliminación de cheque bebé[17], reducción de ayuda para el desarrollo, y trabas en la negociación laboral trabajadores-empresarios (Minguijón y Pac, 2013).

Este primer hecho impulsó la organización ciudadana que vivenció en primera persona la crisis económica, la cual paradójicamente, y en más de algún punto que ahora se reajustaba, había impulsado el gobierno autoproclamado socialista. Como efecto de ello, en el mes de mayo de 2011 comienzan a gestarse las primeras reuniones del 15-M, un colectivo en el que convergen diversas corrientes de pensamiento (marxistas, anarquistas, reformistas, ecologistas, pacifistas, feministas, nihilistas, etcétera). Las ciudades de Madrid y Barcelona asoman como la vanguardia, y las plazas comienzan a tener un papel fundamental en la organización ciudadana.

El segundo hecho, relacionado con la reacción ciudadana y las medidas tomadas, encuentra un eje fundamental en los medios de organización. Aunque la plaza ha sido históricamente un lugar de encuentro y debate, en la actualidad las formas que adquiere la organización ciudadana responden a la utilización de plataformas virtuales como Facebook, Twitter, YouTube, Tuenti, entre otras páginas web, las cuales se encargan de convocar, informar y organizar las acciones del movimiento. “Democracia real, ya!” y “Toma la plaza” se vuelven tweets protagónicos, aglutinando miles de manifestantes que comienzan a utilizar las plazas de sus respectivas ciudades como espacios de encuentro y acción.                           

Desde una perspectiva de fines, se puede afirmar que el movimiento rechazó y careció de una organización formal, es decir, no se generó una coordinadora política que estableciese un nexo concreto y trascendente con las variopintas organizaciones que acudían a las reuniones. No obstante, el leitmotiv se sustentaba en un malestar generalizado hacia el sistema capitalista. Para Castells: “el movimiento era fundamentalmente político. Era una movimiento para la transformación de la pseudodemocracia en democracia real” (Castells, 2012, p.127), planteamiento que encuentra sustento en la premisa marxista que sostiene que toda práctica humana trae consigo una posición política. Por consiguiente, entre acción (recortes económicos gubernamentales) y reacción (ciudadanía organizada políticamente) el espacio público -y particularmente las plazas- ejerce un papel fundamental en el desarrollo de la protesta social.

 

Del espacio público como paisaje, al espacio público como medio político en Pamplona

La presente sección recoge información particular[18] en lo que respecta al 15-M en Pamplona, mediante el ejercicio de observación participante y entrevistas a ciudadanos que asistieron a alguna asamblea en 2011.

El 15-M en Pamplona surge como continuador del proceso desarrollado en las principales ciudades de España, y comienza de la misma manera: una tímida acampada en la Plaza del Castillo da paso a miles de manifestantes que con el transcurrir de las semanas ocupan la plaza principal de la ciudad como punto neurálgico y estratégico de reunión.

La primavera del año 2011 queda en los anales de la Plaza del Castillo por ser una fecha en la cual la ciudadanía discute diversas problemáticas que los atañen. Las reuniones se efectuaban semanalmente en la plaza, lugar que se reestructuró por los manifestantes. El quiosco, como anillo principal, se utilizó para moderar las asambleas, realizar eventos artístico-culturales y fijar propaganda política. En el segundo anillo (periferia cercana al quiosco) se congregaron los asambleístas y se realizaron acampadas. Y en el tercer anillo se efectuaron diversas actividades, que iban desde talleres artísticos hasta debates y charlas con varios ejes temáticos. La plaza se transformó en un espacio global estratégico, dinámico y determinante para las aspiraciones del movimiento.             

Sin poner en discusión y avalando que el movimiento 15-M es un movimiento inherentemente político, se desglosan tres apreciaciones fundamentales que repercuten en el proceso político y las demandas levantadas[19], estas son: revuelta ciudadana, transformación del espacio y vida cotidiana.

 

De la revuelta a la revolución

La heterodoxia de los manifestantes, quienes se movilizan por un sentimiento de disconformidad ante el sistema imperante, se torna característica fundamental de las organizaciones que aspiran a transformarse en un movimiento social en el presente siglo. Existe un malestar político y social generalizado que da paso a la convergencia de diversas corrientes de pensamiento, con propuestas disimiles, tácticas numerosas y concepciones de mundo amplias. Dada la efervescencia global[20] y nacional, no resultó una labor compleja dar el salto cuantitativo hacia un movimiento social: el 15-M en Pamplona. No obstante, la organización política del movimiento sufrió gradualmente de la profunda heterodoxia política de los convocados, quienes bajo la consigna “movimiento pacífico y horizontal” pretenden avanzar en lo que respecta al cumplimento de las demandas.

Aunque existía un clima de hastío y disconformidad hacia la clase política[21] proveniente del ciudadano no militante (mayoría) y organizaciones militantes, no se generó una síntesis propositiva como consecuencia de una discusión política con la mayoría no militante, lo que desde una perspectiva marxista clásica puede denominarse el comienzo del ascenso espontáneo de las masas (Lenin, 1981). Desatada la crítica al capitalismo, resultó urgente buscar alternativas socioeconómicas al sistema dominante, por lo cual, la primera autocrítica pasa por no dar el salto de una revuelta ciudadana a una revolución social, es ahí donde la vanguardia[22] no cumplió cabalmente el papel de avanzada. La segunda crítica, puede darse mediante la exigua (y en asenso) preparación política ciudadana para dar respuesta a la fundamental tarea de cumplir lo demandado.

La asamblea, como mecanismo de organización inclusivo, fue un elemento fundamental para el movimiento, en el cual la dirección[23] se veía en algunas ocasiones sobrepasada por la frustración individual de decenas de personas, quienes se desahogaban ante la multitud y planteaban problemas cotidianos, válidos pero improductivos en lo que concierne a la generación de la estrategia política del movimiento. Otras veces fluía con cabalidad, focalizando la discusión en el fondo y la forma, el qué hacer para avanzar en la materialización de las demandas, ahí surgieron marchas[24], talleres informativos, mítines, la inclusión de personas interesadas, independientemente de la condición y posición de clase, género, edad y nacionalidad. La Plaza del Castillo se transformó en una caldera para la ciudad, imponente, bulliciosa, con crítica social y propuesta política, ya no era simplemente un adorno, un “cuarto de estar”. Los manifestantes declaraban[25]:

Participo del 15-M activamente, en las acampadas y asambleas (…) ahí podemos decir lo que pensamos, nos sentimos empoderadas. La organización siempre fue horizontal (…) ocupamos la plaza porque representa el corazón de la ciudad, sabes. Es un lugar donde todos pueden vernos y unirse (Alicia, notas de campo, 2011).

De la Txantrea me vengo para acá todas las semanas, cuando puedo traigo a mi hijo conmigo, para que vea lo que está pasando y de lo que somos capaces (…) en la plaza quedamos porque da la posibilidad de congregar a más gente cada vez (…) al principio eran sólo unos pocos y mira cómo esto va creciendo. (Iker, notas de campo, 2011).

 

El compromiso con la causa es indiscutible, hambre, frío y sueño quedaron atrás por una causa colectiva más fuerte que la comodidad personal, los pamploneses estuvieron tanto y más comprometidos con el cambio social que cualquier otro movimiento en España. Pero como todo movimiento político sufrió de vaivenes; momentos intensos y serenos, de alta participación (especialmente las primeras semanas) y baja convocatoria, pero siempre con un núcleo humano dispuesto.             

A pesar de ello, no se logró dar el salto a la revolución. Los motivos pueden ser varios y orientados al carácter de clase (véase Lenin 1981, 2012; Gramsci 2009; Bourdieu, 2001), el desarrollo del conflicto (véase Touraine 2006; Dahrendorf, 1962), o los objetivos intrínsecos de un proceso revolucionario anti-capitalista (o alternativo) en su amplia dimensión (véase Thoreau 2005; Kropotkin, 2008; Marx y Engels 2004; Arendt 1995, 2005).

No obstante, calificar de fracaso al movimiento por el simple hecho de no cumplir las demandas, resulta improductivo. Ensayar y errar, construir historia por más mínima que pueda resultar a simple vista, avanzar y retroceder, probar la fuerza política ciudadana y tomar el espacio público, son acciones conscientes, que quedan como pruebas en la historia de la ciudad de lo poderosa que puede resultar la organización política de su gente. Por lo cual, se puede calificar el movimiento 15-M en Pamplona como una revuelta ciudadana pacífica, informativa e inclusiva. Distante de una revolución que justamente incorpora en momentos específicos la violencia política y la exclusión de la clase hegemónica (en pos de la composición de la clase subalterna). Un ejercicio ciudadano de carga emotiva, un bálsamo para convocar a la ciudanía mediante herramientas tecnológicas que adquieren gran protagonismo.

 

La transformación del espacio y lo público

Las plazas, como escenarios primigenios del movimiento 15-M toman un protagonismo excepcional (Fernández 2013), son espacios para visibilizar las demandas desde el centro de la ciudad. En el caso particular de La Plaza del Castillo, que no experimentaba por vez primera la concentración ciudadana y la acción política[26], se vuelve espacio público central, no sólo por su histórica ubicación geográfico-referencial, más bien por ser el foco de atención-(re)acción de gran parte de la ciudad. Se transformó en habitación, espacio de trabajo, espacio de recreación y educación de los manifestantes, quienes con o sin mayor conciencia de su acción cotidiana, configuran a su disposición lo público, sobresalen las normas planificadoras y reguladoras de la ciudad. Al respecto, Lefebvre ofrece una perspectiva para analizar la problemática, sosteniendo que el espacio es a la vez concebido, percibido y vivido, en el cual “la práctica espacial no crea la vida sino que la regula. El espacio no tiene ’por sí’ ninguna capacidad y las contradicciones del espacio no vienen determinadas por él como tal” (Lefebvre, 2013, p. 391). El espacio social, dinámico y binario, se estructura a medida que el adentro y el afuera son puestos en marcha materialmente.

Lo público (afuera) y sus lugares (plazas, calles, iluminación, paisajes, transporte, etcétera) se tornan escenarios de interacción para los movimientos sociales. Las plazas, desde la Grecia Antigua[27] hasta la actualidad, son lugar de congregación de sujetos que intentan difundir diversos mensajes a la población, por lo cual: “el espacio público es a un tiempo el espacio principal del urbanismo, de la cultura urbana y de la ciudadanía. Es un espacio físico, simbólico y político” (Borja, 2000, p. 8).

Comprender la materia como acciones que devienen de la política resulta determinante en las disputas espaciales por la esfera pública, más aún, cuando El 15-M ocupa la plaza principal de la ciudad y pone en jaque la segregación urbana, que poco a poco comenzaba a predisponer las plazas como espacios destinados a la recreación, el tránsito, el turismo y el descanso. La plaza reunía las variables anteriores pero hacía primar lo político, mediante la crítica a los poderes de turno y las instituciones del Estado.

La primera impresión queda expuesta en la transformación del espacio, pese a que el 15-M no triunfó fundamentalmente en lo que respecta al cumplimiento de las demandas, sí se encuentra un logro en la percepción de la Plaza del Castillo como un espacio de posibilidades para accionar y congregar, para desarrollar manifestaciones masivas, pluralistas y críticas, es decir, futuras y cercanas manifestaciones son pensadas a partir de la plaza como lugar de encuentro primigenio, que permite al ciudadano discutir las problemáticas que le conciernen a él, sus vecinos, su barrio y la ciudad. El movimiento 15-M permitió conjeturar tiempos y espacios para la organización en lo público, precisamente desde lo público, hacer ciudadanía participando, proponiendo y comprendiendo que las decisiones no sólo pasan por los políticos de turno, más bien, la ciudadanía tiene bastante que hacer y proponer al respecto.

La gente está indignada por la crisis y la escasez de trabajo. La clase política es la responsable y nosotros tenemos que ponerla en su lugar. El cambio depende de nosotros, todos debemos debatir y hacer cosas, no sólo reclamar (…) Sin pensar en lo que podríais haber hecho, sino hacerlo. (Josetxo, notas de campo, 2011).

Hay que presionar pacíficamente, tanta injusticia me rompe los cojones. Estoy en paro hace tres meses y la clase política ninguna solución da. Transformaremos esto con el apoyo de la mayoría. Te pregunto: ¿Qué creéis que afecta más a los ciudadanos? ¡Los bancos, la familia real y la pseudodemocracia! Me cago en la leche… que éste movimiento continúe. (Ariel, notas de campo, 2011).

 

La indignación, como respuesta a la crisis económica que trae consigo precarización en cuanto a la calidad de vida de los ciudadanos, se tornó un sentimiento central, una indignación que sin tener mayor táctica política movilizó a una inmensa población. El espacio público, como producto material se vio transformado y fue utilizado como plataforma de praxis. El 15-M, en un sentido ideal, si se transformase en un sentido de vida (Taibo, 2011), debiese permitir la creación de un espacio público como medio y fin de la vida política en las ciudades, algo que sí fue planteado, pero que no ha sido resuelto mayormente.

 

¿Y qué fue de la vida cotidiana?

La cotidianidad, proveniente de momentos históricos cimentados en el pasado y presente, en el cual convergen mundo moderno y formas de experimentar acciones de manera lineal y cíclica en tiempos de la naturaleza y la racionalidad (Lefebvre, 1972), confiere un papel central al sujeto que construye la cotidianidad en espacios múltiples y unificados, por tanto, las pautas de socialización. La vida cotidiana, cambiante y ajustada a estructuras, tiene que ver con el nivel de desarrollo superestructural por el cual atraviesa la sociedad, es decir, Estado e ideología condicionan la cotidianidad de la sociedad, no obstante, la subjetivación de quehaceres sociales deconstruye la tensión material entre poder dominante/sujeto dominado, y posibilita la transformación de la tensión mediante acciones políticas, las cuales apuntan a una innovación general de los espacios de vida cotidiana.

Con el 15-M la vida cotidiana de los pamploneses cambió tanto en la percepción espacial como en la formas de proyección de la ciudad. Si bien, para algunos existe una clara distinción entre nuevos movimientos sociales y movimientos sociales tradicionales (Tilly, 2010), ambos son atravesados por la percepción y la proyección del espacio social, aunque atendiendo a particularidades históricas y territorialidades específicas, pero con la constante anclada en la sociedad global, por ende, en la internacionalización de las reivindicaciones.

La subjetivación de la ciudadanía comprometida con el movimiento tensa la relación dominante/dominado y se vislumbra una reconfiguración del espacio público en la ciudad por un periodo transitorio que, a su vez, se torna permanente. En ese sentido, el 15-M, al convocar una amplia diversidad de sujetos políticos, remeció la vida cotidiana de la ciudadanía, lo que produjo la construcción reflexiva y práctica de la protesta social hacia un malestar proveniente de las precarias condiciones de existencia producidas por los poderes dominantes.

En términos cualitativos se aprecia un discurso crítico hacia la forma tradicional de construir política, donde precisamente el Partido Socialista Obrero Español (psoe) y el Partido Popular (pp) asoman como agentes antagónicos principales, seguidos de las empresas privadas (bancos), la realeza y la institución militar. Así, la vida cotidiana, al comprender todos los espacios que posibilitan la inserción de los sujetos en las esferas productivas (público) y reproductivas (privado), se transformó, más allá de la duración temporal del movimiento, quedando registros en la materia objetiva del espacio público y la experiencia subjetiva de los manifestantes.

La percepción del espacio público cambió drásticamente, producto de la ocupación de los espacios que tradicionalmente fueron asociados al ejercicio del ocio y el turismo, transformando la historia subjetiva y objetiva de la ciudad a partir del desarrollo de la protesta, aunque el desenlace no diera, por el momento, los frutos correspondientes con respecto a las consignas levantadas por el movimiento (si es que realmente existía la programación de un desenlace que atendiese al cumplimiento del petitorio ciudadano).

En definitiva, referirse a la vida cotidiana pamplonesa desde el 15-M, que fue caracterizada por la globalidad de acciones que desarrolló el sujeto en su interrelación social, supone una reflexión encaminada hacia las formas disruptivas de concebir lo público por la ciudadanía, mediante la relación de asimilación de espacios estratégicos dentro de la ciudad se genera un punto de inflexión en cuanto a la organización de las actividades políticas en lugares públicos.

Es posible afirmar que la organización de los movimientos ciudadanos alternativos al sistema concibe la plaza como un lugar cargado de simbolismo y materialidad para desarrollar acciones políticas, por tanto, la vida cotidiana desde una perspectiva de organización social ciudadana se refuerza desde la plaza, y abre un espacio público para organizar la protesta reciente y futura.

 

Consideraciones finales

Procesiones religiosas, mercados, plaza de torneos de toros durante el siglo xix, desfiles militares, festividades y reivindicaciones políticas, entre otras actividades, se han efectuado en la Plaza del Castillo, acciones que la definen como núcleo central de la ciudad. Un ejemplo de la organización colectiva reciente se origina en el 15-M, que mediante el desarrollo y la formación de la protesta, propiciada en gran medida por el uso de tecnologías, demostró las posibilidades de materialización de ideas provenientes de una sugestiva fuerza colectiva.

En la plaza, como epicentro de organización, se generaron espacios para la discusión pública de problemáticas que afectaron en términos económicos y políticos a la ciudadanía, factor determinante para la aglomeración, y aspecto clave que influyó directamente para que, a comienzos de la segunda década del siglo xxi, la Plaza del Castillo se tornara un espacio público de permanente uso. El 15-M marca un precedente en cuanto a la organización de la protesta social, donde la tecnología se torna una plataforma de organización y convocatoria fundamental, se mantiene la constante hasta hoy día en la forma de percibir los espacios públicos desde la agitación política y la crítica social.

La Plaza del Castillo, representa un espacio central para el transcurso de la historia, la planificación de la ciudad y la organización de las actividades cotidianas de la ciudadanía. Desde el siglo xix hasta la actualidad, la transformación de la plaza ha sido impulsada, desde una lógica de planificación y urbanismo, por los gobiernos de turno, y, desde una perspectiva de ocupación y manifestación, principalmente por la ciudadanía. Por consiguiente, no basta con pensar la plaza en clave georreferencial, más bien se debe analizar el desarrollo de los cambios sociales producidos a partir de espacios públicos que objetivamente no transforman mayormente el paisaje pero sí la vida cotidiana y representan una eminente carga simbólica en la construcción de ciudadanía crítica.              

El relato oral permite identificar la plaza como un espacio público determinante para el desarrollo social, político y cultural de Pamplona, puesto que la plaza adquiere un papel fundamental en gran parte de los hechos que constituyen la historia de la ciudad.

La industria del ocio se incorpora atemporalmente en el capitalismo, lo cual posibilita que los usos político y social confluyan desde la lógica espacial nuclear y periférica de la plaza. Es así como cafés, bares, bancos, restaurantes y comercio privado y público, se aferren a un espacio de continuo tránsito para instalarse y ejercer sus respectivas actividades. Se establece como un espacio estratégico, que seduce e invita a observar y accionar.

Junto con la anterior, cabe destacar que investigar la construcción de ciudadanía en espacios públicos faculta el análisis y la exploración de momentos históricos por los cuales atraviesa una sociedad. Una forma de construir el diagnóstico se produce en las relaciones estructurales que se transforman a medida que la plaza se torna un espacio para la generación de disensos y consensos ciudadanos; el qué hacer cotidiano. Junto con ello, permite un acercamiento a lo más íntimo por más visible que pueda resultar, posibilita la exploración en el tejido urbano y convierte la organización política ciudadana en hechos que aportan en el conocimiento y construcción de territorialidad.

 

Referencias

 

 

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[1] La estructura del artículo responde a los escritos producidos durante la realización de una estancia de investigación en UPC (Madrid, 2015). Cabe señalar que recoge antecedentes desarrollados en el marco de Becas Navarra Talento Internacional 2011-2012, y experiencias como observador participante de algunas asambleas que se efectuaron en la Plaza del Castillo a partir del 15-M. Una versión fue presentada en la II Conferencia Internacional de Sociología de las Políticas Públicas y Sociales. Tiempos de ruptura y oportunidad, mayo de 2015, UNIZAR.

[2] Hernán Riquelme Brevis. Es sociologo; realiza su tesis doctoral en torno a la movilidad cotidiana y los espacios de vida en la Araucanía (ungs-ides). Actualmente desarrolla una estancia de investigación en Madrid (upc).

[3] Para efectos prácticos, la construcción de ciudadanía se tomará desde la Revolución Francesa y su impacto en el ejercicio de soberanía, por lo cual, no se desconoce el origen burgués del concepto. Aunque no es el propósito de la investigación, destacan las implicancias ideológicas en la autocomprensión del ciudadano, tanto en derechos como deberes.

[4] Pamplona cuenta con una población actual de 196.955 habitantes en una superficie de 23.55 km2.

[5] Su nombre, para algunos, se debe al castillo que en el año 1513 se irguió por mandato de Fernando el Católico, para otros, a Luis el Hutín quien levantó el castillo en el siglo xiv.

[6] Con la construcción del Ensanche, en la segunda década del siglo xx, la plaza adquiere una nueva arquitectura que determina la planificación del núcleo urbano (tráfico vehicular, circulación peatonal, derrumbe del teatro, construcción de lugares comerciales, entre otros).

[7] La Ciudadela, construida durante los siglos xvi y xvii, es un ejemplo de la arquitectura de fortaleza defensiva.

[8] Inaugurada en 1790.

[9] Las plazas, en términos históricos, se constituyen como un centro de poder. El reino (instituciones políticas), Dios (iglesia) y la economía (banca), confluyen en un espacio de convivencia, modelo exportado a América desde la colonización.

[10] Abre sus puertas en 1898.

[11] En su comienzo se ubicaba a un margen de la plaza, específicamente frente al Hotel La Perla.

[12] La teoría de las áreas concéntricas, elaborada por Ernest Burguess (1923), abre la discusión en cuanto a la delimitación por áreas en el uso del suelo de ciudades industriales.

[13] Es pertinente señalar que las prácticas de ocupación de espacios públicos se desarrollan principalmente desde lo ideológico.

[14] Otra perspectiva que aporta en la discusión es la desarrollada por Pierre Bourdieu (1990), quien problematiza el espacio en relación con grupos y posiciones, en donde convergen el capital económico y el capital cultural.

[15]Aunque advierte dos referencias en La production de l'espace social (1974).

[16] Sin desconocer la influencia y el diálogo sostenido con los movimientos sociales de África subsahariana, Estados Unidos y el resto de Europa. El malestar globalizado recayó en España con la respectiva cuota de problemáticas particulares.

[17] Beneficio económico otorgado por cada hijo adoptado o nacido en territorio español.

[18] Información que para algunos militantes de organizaciones comprometidas con el 15-M puede resultar deficiente.

[19] Las demandas centrales son: parar los privilegios a la clase política, eliminar el desempleo, acceso a la vivienda, garantizar la calidad del servicio público, control de las entidades bancarias, libertad ciudadana, fiscalidad y reducción del gasto militar.

[20] Movimientos ciudadanos en África subsahariana, Norteamérica, Sudamérica (particularmente el movimiento estudiantil chileno) y otras ciudades europeas.

[21] Por clase política los entrevistados se refieren al grupo de políticos que gobierna el país, quienes ocupan una posición de clase hegemónica y reproducen el sistema social capitalista.

[22] Se denomina vanguardia a todas las organizaciones políticas que levantaron demandas y organizaron las tareas políticas.

[23] Con dirección no se apunta a personas, más bien al discurso y la estructura del movimiento.

[24] Como ejemplo resalta la “Marcha Indignada”.

[25] Los nombres de los entrevistados fueron cambiados por motivos éticos. Cabe aclarar que las entrevistas se desarrollaron pos asambleas durante el año 2011.

[26] La historia de la plaza está acompañada de manifestaciones políticas. Procesiones religiosas, torneos de toros, desfiles militares, protestas de jubilados, protestas antitaurinas, protestas alusivas a presos políticos, protestas contra la construcción del estacionamiento y un sinfín de actos, se han organizado en la plaza.

[27] Sin tomar en cuenta la cuota de selectividad que se producía entre los habitantes de la Grecia Antigua.





PAAKAT: Revista de Tecnología y Sociedad, año 14, número 26, marzo - agosto de 2024, es una publicación electrónica semestral editada por la Universidad de Guadalajara, a través de la Coordinación de Recursos Informativos del Sistema de Universidad Virtual. Av. La Paz 2453, Col. Arcos Sur, CP 44140, Guadalajara, Jalisco, México. Tels. 33 32 68 88 88 y 33 31 34 22 22, ext. 18775. Dirección electrónica: http://www.udgvirtual.udg.mx/paakat/index.php/paakat. Correo electrónico: paakat@udgvirtual.udg.mx. Editor responsable: Dr. Lázaro Marcos Chávez Aceves. Número de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título de la versión electrónica: 04-2011-111117155600-203, e-ISSN: 2007-3607, otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Sistema de Universidad Virtual, José Antonio Amaro López. Fecha de la última modificación: 29 de febrero de 2024.

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