PAAKAT: Revista de Tecnología y Sociedad
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Paakat. Revista de tecnología y sociedad

Tecnocultura: gamers, comics y ciencia ficción

 Año 2. No. 2. marzo-agosto 2012

ISSN: 2007-3607

 

La juventud en 140 caracteres

Recibido: 21 de Febrero de 2012.
Aceptado para su publicación: 6 de Marzo de 2012.

Abril González Romero1

abrilgromero@hotmail.com

Universidad de Guadalajara

Resumen

La juventud en 140 caracteres, es un escrito semi-autobiográfico que describe de forma personal, crítica y reflexiva la experiencia de la juventud contemporánea, a la que le  ha tocado la suerte  crecer a la par de esta  llamada sociedad de la información. Con un poco de ironía, se intenta exponer como las nuevas tecnologías de la comunicación y la información han transformado las interacciones humanas y sobre todo, como el ciberespacio  configura la forma en que entendemos la realidad y nos posicionamos en ella.
Palabras clave: juventud, redes sociales, cibermundo, realidad.

Abstract

Youth in 140 characters, is a semi-autobiographical writing which describes in a personal way, critical and reflective, the experience of contemporary youth, which has had the luck to grow along with this called information society. With some irony, is this paper is trying to show how new technologies of communication and information have transformed human interactions and above all, how cyberspace configures how we understand reality and we are positioned it.
Keywords: youth, social networks, cyber, social reallty.

Supongo que para mis padres fue más fácil hacer las cosas que en teoría, convierten a un joven en adulto, como conseguir trabajo, terminar sus estudios y comprar un auto. En aquel tiempo, su perspectiva de la vida era tan amplia como la que se alcanzaba a ver desde su barrio, o desde la televisión de su hogar. Hoy en día, la sociedad está configurada de forma distinta, con la información fluyendo ininterrumpidamente el mundo que me tocó conocer a mí tiene límites y fronteras que constantemente se expanden.

Entre esta inmensidad de datos es difícil orientarse y el tiempo parece insuficiente para recorrer todo el espacio cibernético disponible. Las 24 horas del día no alcanzan para poder cumplir con los requerimientos sociales contemporáneos (redes sociales, estudios y convivencia física) y a la vez satisfacer las necesidades humanas básicas como dormir y comer.

Para muchos, sobre todo para los nacidos antes de los 80’s, la solución más factible a este problema de administración de tiempo sería reducir las horas que paso en línea. Al ojo inexperto, parecería que navegar es una pérdida de tiempo. Pero lo que estos amish postmodernos no entienden, es que el ciberespacio, no es algo que se pueda dejar así como así.

Si navegar fuera un mal hábito como fumar, tomar o escuchar a Arjona sería más fácil dejarlo, porque el cigarro, el alcohol y la música del guatemalteco, no forman parte de uno, sino que son elementos externos que se incorporan a la rutina. Pero las redes sociales las llevo por dentro, mucho de lo que soy adquiere su forma en este mundo. Twitter, Facebook,Skype, etc., son formas de comunicación que contribuyen a estructurar la vida pública y a la vez permiten construir la vida privada.

Quizá en los tiempos de mis papás bastaba con tener un ser y su hacer correspondiente para ganarse un lugar en la vida. Me refiero a ser médico y curar a otros, ser madre y cuidar a los hijos, o ser burócrata y hacer papeleo, de este modo todos tenían un lugar definido por su hacer. Pero hoy en día, uno no se define por lo que hace, sino por lo que pública en su profile. Es  la música que oigo, los productos que consumo y lo que posteo lo que me hace ser; mi identidad se construye a través de mi perfil, y no al revés. Somos lo que tuiteamos.

Me dicen que estar en internet es hacer nada. Pero aparte de esto, ¿Qué más podría hacer? En estos tiempos de tanto desempleo, trabajar no parece una opción. Soy de la generación de la comunicación instantánea, me frustro al esperar más de 10 minutos a que se baje un archivo, ¿creen qué seré capaz de esperar 3 o 4 meses a que pueda conseguir un trabajo? Otros me dicen que espere a terminar mis estudios y titularme para empezar a vivir. Esperar es la única opción que me ofrecen, y si he de esperar, entonces que sea mientras descargo una película.

A parte de esperar, no tengo mucho que hacer con mí tiempo, por eso me entretengo con cualquier cosa, para simular que hay algo que hacer, cuando en realidad el único hacer que sé hacer es hacer nada. De este modo puedo tener una sesión de internet de 8 horas, y hacer nada pero al mismo tiempo sentir que en esa jornada hice algo.

Ante la presión del viejo discurso: “Haz algo de tu vida”, un día tuve la idea de abandonar el cibermundo, aunque fuera un par de semanas, sólo para probarme si durante ese tiempo podía hacer algo verdaderamente útil. Diseñé un plan complejo, que me alejaba de las redes y me ayudaba a tomar providencias contra el síndrome de ciber-abstinencia. Primero llamé a alguien de confianza, le expliqué que quería desconectarme un tiempo y le pedí que fuera a mí casa y llevara consigo un candado, una caja y una pala.

Cuando esta persona llegó, le di la contraseña de todas mis cuentas, luego le pedí que las cambiara y no me diera las nuevas. Hecho este procedimos sólo quedaba apagar el equipo. Yo quería poner la laptop en una caja con candado y después comerme la llave, así, si quería iniciar sesión de nuevo, mínimo tendría que esperar al proceso natural de digestión. También pretendía que la persona que me estaba ayudando enterrara la caja a ocho metros bajo tierra en un lugar secreto.

Ante la penosa radicalidad de mi propuesta, mi cómplice en esta misión de suicidio virtual, optó simplemente por decomisarme la laptop y prometer que no me devolvería hasta que yo cumpliera mi plazo de 14 días. Ya sin mi lap, el plan era aprovechar el tiempo al máximo, estudiar, pasear, conseguir trabajo, etc. Sin embargo pronto me di cuenta que esos objetivos eran mucho más complicados sin la colaboración del fiel compañero del que me acaba de deshacer.
La búsqueda de trabajo fue un fracaso total, en el periódico impreso sólo encontré fraudes de empresas multinivel y vacantes para guardias de seguridad. Parece que muchas empresas encuentran más eficaz y económico anunciarse en websites. En cuanto al estudio, tampoco progresé mucho. Al tratar de leer, no me pude concentrarme en absoluto. Mis periodos de atención duraban lo que dura un tweet. No podía leer más de tres líneas seguidas sin pensar aleatoriamente en otra cosa; era como si mi mente fuera una página de inicio que se actualiza cada 15 segundos. Parece que todas esas veces de intercalar intermitentemente lecturas en PDFs y la ventana de face, cerebraron mi daño, perdón, dañaron mi cerebro.

Cuando intenté buscar a mis amigos para salir con ellos, sentí un poco de nostalgia. Como no podía contactar con ellos por el chat, decidí llamarlos a sus casas. Eso de marcar un teléfono y preguntar por alguien me hizo sentir de nuevo en los 90’s, cuando le llamaba a algún compañerito de la primaria para que me pasara la tarea.

Por fin salí de casa y procuré seguir con mi rutina. Así pasaron dos días off line, en los que, por más que intenté, no me pude deslindar del cibermundo, ni tampoco me pude conectar con éxito al mundo material. Y es que por no tener face ni me enteré de lo que pasaba. Vagar por la ciudad tampoco era buena alternativa ya que todo implicaba consumir y gastar. Desde que conozco Cuevana, ir al cine me parece un ultraje. Además quién quisiera pasar tantas horas en la calle, expuesto a un montón de riesgos evitables si uno se queda en casa y se sortea la tarea de interactuar con extraños.

La mejor alternativa para evitar a los extraños, es buscar a un conocido. Pero cualquier plática que iniciaba con algún amigo siempre involucraba un: “viste lo que X publicó”, “viste lo que Z le comentó”. También noté que hablar con otros ya no es tan ameno como chatear. Las conversaciones largas no me parecían muy eficaces, por eso traté de ir a lugares repletos de gente y con la música suficientemente alta para que toda comunicación se limite a frases cortas de 140 caracteres o menos.

En estos sitios concurridos se puede cambiar de interlocutor como de seguidor en twitter. Cuando ya no hay interlocutores, siempre se puede textear a alguien o hacer uso del wi-fi porque hoy en día la única forma de vivir el momento, es postearlo mientras éste está ocurriendo. Un evento se recuerda sólo si se suben las fotos a face, y el éxito de la pachanga se mide en relación a los “likes”, los comentarios y las nuevas peticiones de amistad.

En menos de 48 horas ya moría por salir de mi ermitañismo cibernético. Le llamé a mí persona de confianza y rogué por tener mi laptop y mis contraseñas de vuelta. Al principio se negó por considerar que no había cumplido mi propósito, pero ante mi insistencia (y algunas  amenazas de agresión) cedió y me la regresó. Mis días de realidad real, sólo me habían servido como tema para actualizar mi facebook, igual que facebook, ahora es imprescindible para amenizar la realidad.

En definitiva, no volveré a intentar abandonar el mundo al que pertenezco y al que yo misma ayudo a construir. No soy sólo un usuario de la red, cada que subo, público o comento algo estoy participando en la bastimento de esta alteridad paradójicamente virtual que está transformando la realidad.

He comenzado a entender que mi problema no es con el tiempo, con él lo único que puedo hacer es verlo pasar y esperar a que algo pase. Lo que verdaderamente origina mi conflicto es el espacio y mi falta de lugar en él. Creo que mi generación ya no cabe en el mundo, el único lugar que nuestros antecesores nos han dejado es el ciberespacio, y a falta de alternativas uno tiene que empoderarse de él y aprender a acomodar completita su existencia en los 140 caracteres que caben en un tweet.

 

¿Cómo citar?
GONZÁLEZ ROMERO, A. (2012, marzo). La juventud en 140 caracteres, en Paakat: Revista de Tecnología y Sociedad. Año 2, Número 2, marzo-agosto 2012.

 

1Estudiante de 8vo semestre de la licenciatura en Psicología, área especializante en Psicología Social, en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud, Universidad de Guadalajara. Participante del programa ECOES de intercambio académico, estancia de cinco meses en la Universidad Nacional Autónoma de  México.





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