prtsPAAKAT: revista de tecnología y sociedadPAAKAT: rev. tecnol.
soc.2007-3607Universidad de Guadalajara, Sistema de Universidad
Virtual10.32870/Pk.a11n21.58600009MULKINAHImpacto de los cambios tecnológicos sobre las relaciones sociales de
producción: industrias siderúrgica y automotrizImpact of Technological Changes on the Social Relations of
Production. Steel and Automotive Industries0000-0003-2479-5146Hernández CalvarioLourdes Carolina*Universidad Autónoma Metropolitana, México
Correo electrónico: hernandezcalvariol.carolina@gmail.comUniversidad Autónoma
MetropolitanaUniversidad Autónoma
MetropolitanaMexicohernandezcalvariol.carolina@gmail.com
Lourdes Carolina Hernández Calvario. Profesora investigadora de
tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa,
México. Sus líneas de investigación se centran en el análisis de las
transformaciones en el proceso de trabajo en la industria mexicana y sus
efectos sobre las relaciones laborales.
031120210920211121000092511202022062021Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia
Creative CommonsResumen
El presente artículo tiene como objetivo analizar el desarrollo de las fuerzas
productivas como elemento central para comprender las modificaciones generadas
en las relaciones sociales de producción, como se muestra con los cambios
tecnológicos incorporados al proceso productivo en las industrias automotriz y
siderúrgica en México. Para este trabajo se tomaron como base las revoluciones
tecnológicas más recientes y la reconfiguración productiva que de estas se
desprende. En un segundo momento, se analizó el impacto de los avances
tecnológicos sobre las relaciones sociales de producción en las industrias
mencionadas. Mediante el método dialéctico se propusieron elementos que ayudan a
sustentar que el desarrollo tecnológico alcanzado en estos casos ha propiciado
un proceso de producción que funciona como una cadena global de actos sociales,
que generan productos sociales, en los que la tendencia en la innovación es la
implementación de prácticas cooperativas de asociación internacional.
Abstract
This article aims to analyze the development of the productive forces as
a central element to understand the modifications generated in the social
relations of production, as shown by the technological changes incorporated
into the production process in the automotive and steel industries in
Mexico. This work was based on the most recent technological revolutions and
the productive reconfiguration that results from them. In a second moment,
the impact of technological advances on the social relations of production
upon the aforementioned industries was analyzed. Through the dialectical
method, elements were proposed to suggest that the technological development
achieved in these cases has led to a production process that functions as a
global chain of social events, which generate social products, where the
trend in innovation is to implement cooperative practices of international
partnership.
El capitalismo -no sorprende- funciona bajo la lógica de transformar constantemente
su organización productiva, cambios que comienzan, de manera general, en las bases
productivas (bases técnicas). No obstante, estos deben ser vistos como elementos de
análisis de un concepto más amplio: fuerzas productivas. El otro
elemento es la fuerza de trabajo, que abarca a los trabajadores que
harán uso de estas nuevas tecnologías y, por ende, requieren de habilidades y
destrezas que les permitan cumplir con esta función.
Retomar esta idea, desarrollada por Carlos Marx
(1973), permite afirmar que las relaciones sociales se vinculan
íntimamente con el desarrollo de las fuerzas productivas, pues -con la adquisición
de nuevas fuerzas productivas- la gente cambia su forma de producir y, con ello, sus
relaciones sociales.
El presente trabajo desarrolla este planteamiento con las industrias siderúrgica y
automotriz como objeto de análisis. Estas industrias fueron seleccionadas por la
relevancia que tienen en la economía mexicana (en el contexto actual en que se
privilegia el crecimiento económico hacia el exterior), así como por ser
representativas de diferentes vías de transformaciones económicas y tecnológicas.
Como dato para ilustrar la primera consideración, entre 1993 y 2018, las
exportaciones nacionales se multiplicaron ocho veces, al pasar de los 52 a los 409
mil millones de dólares (CEPAL, 2018), lo que
coloca a nuestro país como uno de los trece exportadores más importantes a nivel
mundial, y el primero en la región de América Latina y el Caribe. En cuanto a las
transformaciones tecnológicas, al ser estas uno de los determinantes fundamentales
de las relaciones de producción, las concebimos como una de las principales causas
que explican la forma en la que nuestro país se insertó en la lógica de producción
global de estas industrias.
Las revoluciones tecnológicas y su impacto en la reconfiguración
productiva
Desde la generalización de los desarrollos tecnológicos en la industria manufacturera
mundial, México no ha estado al margen de las grandes transformaciones en la
organización productiva. Se tiene documentado que, desde la primera revolución
tecnológica, el país ha sido destino de máquinas que propician la mecanización del
trabajo (Cerutti, 2000). Entendemos por
mecanización del trabajo “la parcelación de los procesos
productivos en una serie de operaciones y la ejecución de cada una de ellas por
máquinas que sustituyen el trabajo del hombre” (Rumiantsev, 1963, p. 220).
Posteriormente, a principios del siglo XX, con la utilización de la energía eléctrica
y la implementación de la línea de montaje que la acompaña, nuestro territorio
también se volvió escenario de la segunda revolución tecnológica. Con la
incorporación de la cadena de producción semiautomática se reducen los tiempos de
producción: hay una mejor manipulación de los objetos de trabajo, así como
disminución (y hasta eliminación) del desplazamiento de los trabajadores. Desde este
momento, comienzan a presentarse importantes diferencias en la forma de producir y
en la estructura del empleo en las industrias (la automotriz y la siderúrgica son
buenos ejemplos).
La introducción de estas innovaciones en la industria automotriz ocurre desde el
momento en que se instalan las primeras empresas productoras de vehículos
automotores en el país. Esto propicia inmediatamente que los trabajadores mexicanos
-que desde un principio comenzaron a laborar en esta industria- adquirieran niveles
de calificación por encima de la media nacional. No ocurre lo mismo en el caso de la
industria siderúrgica, pues al tratarse de una industria que operaba en el país de
manera previa, cuando se incorporan estos sistemas de reducción de tiempos de
producción por la simplificación de labores se provoca un desplazamiento de la
fuerza de trabajo.
Dentro de este orden de ideas, el surgimiento de la industria siderúrgica mexicana es
impulsada por la demanda de insumos en la construcción de la red ferroviaria desde
la segunda mitad del siglo XIX, y que explica el surgimiento en 1900 de la empresa
Fundidora Monterrey. La industria automotriz, por su parte, lo hizo por la expansión
de las empresas estadounidenses a territorio nacional: la primera armadora
automotriz instalada en México perteneció a la empresa Buick de General Motors en
1921.
La tercera revolución data de la segunda mitad del siglo XX, y se caracteriza por ser
un proceso multipolar liderado por Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, lo que
facilita su extensión de manera relativamente homogénea al resto del mundo. Se
identifica con la incorporación de la electrónica y la informática, las llamadas
tecnologías de la información y la comunicación. El gran cambio de esta etapa es la
capacidad de almacenamiento, procesamiento y transmisión de información que
acompañan la aplicación de nuevos mecanismos eléctricos y digitales, empleados para
el procesamiento de datos industriales y las trasferencias vía internet.
La cuarta revolución -hoy en día vigente- retoma varios de los fundamentos de la
tercera revolución, pero con alcances más amplios, por ejemplo: 1) un gran salto en
términos del aumento de la capacidad de almacenamiento de datos (el llamado
big data), que permite a las empresas modificar sus métodos
administrativos (con el incentivo de reducir costos de almacenamiento), además de
impulsar el uso de sistemas computacionales no solo al interior de las actividades
de producción, sino también hacia los consumidores; 2) el uso de sistemas de
inteligencia artificial -una de las más relevantes transformaciones hasta el
momento-, es decir, programaciones digitales para potenciar las capacidades de las
máquinas procesadoras con el objetivo de que sus funciones se asemejen lo más
posible a las realizadas por los humanos.
Más allá del cambio temporal, un rasgo esencial que diferencia a la cuarta revolución
de las otra tres mencionadas es que en las primeras lo que se buscaba eran
condiciones para: 1) incentivar la estrategia de fragmentación internacional de su
producción, 2) mayor homogenización de las labores productivas, 3) el incremento de
la automatización del proceso productivo, y 4) la segmentación del proceso
productivo. En la cuarta revolución, el inciso 2) no será parte de la estrategia
para la mayor generación de excedente.1
Impactos de los avances tecnológicos sobre las relaciones sociales de
producción
El análisis de la base tecnológica vigente implica el estudio de sus dos principales
elementos: 1) las características de la maquinaria y equipo con los que se produce,
y 2) la organización del trabajo que permite esta producción, es decir, las
relaciones sociales de producción. Esta diferenciación permite concebir al
trabajador como actor principal del proceso productivo, no solo como un apéndice de
las máquinas y las nuevas tecnologías, lo que resulta pertinente en un contexto en
el cual la presencia de máquinas cada vez más sofisticadas hace parecer secundario
el trabajo de las personas.
Una de las principales motivaciones de las empresas a la hora de incorporar nuevas
tecnologías al proceso productivo es aumentar la disciplina del trabajador, aumentar
la intensidad del trabajo, ya que de esta manera aumentan los niveles de
productividad y de calidad. En las dos industrias de estudio se tienen registros de
innovaciones tecnológicas, sistemas tecnológicos y revoluciones tecnológicas. Estos
conceptos suelen utilizarse de manera indistinta, limitando así las interpretaciones
que se realizan en su entorno. Por eso, conviene señalar las siguientes
distinciones: la diferencia entre invención e
innovación radica en que la primera será entendida como “algo”
que se da en la esfera científico-técnica y que puede permanecer allí por tiempo
indefinido, mientras que por innovación se debe entender el
traslado de la esfera científico-técnica a la esfera económica; es decir, una
invención aplicada al proceso productivo. Este planteamiento, que fue propuesto por
Schumpeter (1978) y retomado por Neffa y De la Garza (2020), y Amaro y Robles (2020), será la base de la
documentación de las innovaciones y sistemas tecnológicos que se han presentado en
las industrias siderúrgica y automotriz.
Las innovaciones que forman parte de lo que se denomina la cuarta revolución
tecnológica, además del aumento de la capacidad de almacenamiento de datos, permite
que las empresas modifiquen sus métodos administrativos (Csath, 2018). De ahí el impuso en el uso de los sistemas
computacionales al interior de las actividades de producción; por supuesto, sin
omitir el uso de sistemas de inteligencia artificial, que -más allá de parecer algo
extraído de una novela de Philip K. Dick2- es una de las más relevantes transformaciones al tratarse
de programaciones computacionales creadas con la intención de potenciar las
capacidades de las máquinas procesadoras para que sus funciones se asemejen lo mayor
posible a las realizadas por los humanos.
Me permito señalar que la palabra robot tiene su origen en la
literatura checa, en la obra escrita por Karel Čapek, R.U.R. (Rossum’s
Universal Robots), en la que aborda la temática de unos autómatas que
trabajan como obreros en una isla perdida, y que hace alusión al trabajo forzado en
una empresa dedicada a la fabricación de criaturas mecánicas a imagen y semejanza de
la raza humana, que se usan como fuerza de trabajo esclava. Este visionario autor
checo previó en 1920 -cuando publicó por primera vez su obra de ficción- lo que
ocurriría casi 100 años después: que el costo de la fuerza de trabajo en la
manufactura llegaría a ser superior al costo de un robot. De esto da cuenta la CEPAL (2018) cuando señala que esto es lo que
se espera a partir del año 2018, aunque se ha documentado la incorporación de robots
al proceso productivo automotriz en nuestro país desde la década de los noventa al
menos (Martínez y Carrillo, 2019; Carrillo et al., 2016; Sandoval, 2017).
Estas dos menciones de la literatura universal muestran la convivencia de los hombres
con la inteligencia artificial como una realidad anunciada, tal y como se documenta
en trabajos como los de Bensusán et
al. (2017). Nos introducimos así al análisis del uso de la
inteligencia artificial y la robótica en el proceso productivo en la manufactura
mexicana, particularmente en aquella destinada a la exportación. También al uso,
cada vez más extendido, de métodos CAD-CAM (por sus siglas en inglés:
Computer Aided Design-Computer Aided Manufacturing), CAE
(Computer Aided Engineering), de control de producción justo a
tiempo (JIT, por sus siglas en inglés: Just in Time), de control
total de calidad (o TQC, por sus siglas en inglés: Total Quality
Control), de producción modular y, en general, el uso extendido de
tecnologías de la información.
Expuesto el uso de estos sofisticados mecanismos, surge el cuestionamiento de hacia
dónde se dirige la participación de la fuerza de trabajo en la actual configuración
técnica de la producción, ya que, con la incorporación de estos desarrollos
tecnológicos, la estrategia y la organización del proceso productivo cambian
radicalmente. Pensemos en los efectos que el perfeccionamiento de las máquinas trajo
consigo, particularmente en el desplazamiento de trabajadores manuales por
mecánicos.
En la economía mexicana, y tomando como referencia las estimaciones obtenidas de la
revista Expansión (2017), se
prevé que un 52% de los empleos puede ser reemplazado en los próximos años por
máquinas o robots. En valores absolutos, se habla de 25.5 de los 49.3 millones de
trabajos que actualmente se registran. De manera tal que el riesgo es que uno de
cada dos empleados podría ser sustituido.
Pero no vayamos tan lejos, la automatización del proceso productivo es algo presente
en nuestro país: desde hace tiempo, las encuestas a las industrias manufactureras
dan cuenta de ello. No obstante, también se registra que, donde antes había un
obrero (con el típico overol) que hacía funcionar una máquina, ahora hay un operario
que supervisa los equipos automatizados que forman parte de la planta productiva. Lo
que provoca que, en este tipo de empresas, los trabajadores con alto nivel de
calificación (con ingenierías o posgrados), no aparezcan como jefes, sino como un
miembro de la clase trabajadora sin mayor jerarquía.
Transformaciones en la industria automotriz
La amenaza del aumento en los niveles de desempleo por el uso de robots en el proceso
productivo cobra cada vez mayor fuerza. Sin embargo, llama la atención que en estos
pronósticos no se menciona -al menos con el suficiente énfasis- que en la industria
automotriz esto ya se ha dado, y los efectos de desplazamiento distan mucho de los
predichos. Al contrario, se registró un incremento en el número de trabajadores, al
pasar de los 420 000 empleos en 1990 (CEFP,
2002) a 500 000 en 2007, y a 822 000 en 2017 (INEGI, 2018).
Esta reconfiguración se produjo como consecuencia de los esquemas logísticos de
producción encaminados a desarrollar líneas de ensamblaje flexible, lo cual requirió
de fuertes montos en inversión. De acuerdo con datos de Global Innovation 1000, las
empresas armadoras han destinado inversiones que rebasan los 690 billones de dólares
(bdd). Por poner algunas cifras, la empresa alemana Volkswagen reportó una inversión
del orden de los 277 bdd en el rubro, seguida de la japonesa Toyota (que invirtió
259.8) y la estadounidense Ford con una inversión de 156.8, las tres con presencia
en el territorio nacional. En un informe publicado por la Asociación Mexicana de la
Industria Automotriz (AMIA) en 2014, se da
cuenta de la presencia de 360 instalaciones en el país enfocadas a investigación y
desarrollo de esta industria, de las cuales 106 corresponden a centros de diseño,
247 laboratorios -impulsados por la academia y otros centros de investigación- y
siete centros de pruebas vehiculares.
Como resultado de estas fuertes inversiones en investigación y desarrollo
tecnológico, el uso de mecanismos digitales, de robots y la implementación de
algoritmos son parte integral de los procesos productivos en la industria. Para
darnos una idea, en Bensusán et al.
(2017) se muestra el tipo de vehículos que se producen hoy en día. Más
allá de las modificaciones en las características de los nuevos vehículos -y con
ello los cambios en los patrones de consumo-, piénsese en la forma de producirlos,
en la utilización de elementos de alta sofisticación (como la inteligencia
artificial, el internet de las cosas, la mayor conectividad y el uso de sistemas de
tracción alternativos), hasta el punto de que ya se ve como una realidad la puesta
en circulación de automóviles con conducción autónoma.3
Otras tecnologías destacables son la realidad virtual y la realidad aumentada,
utilizadas para recrear ambientes artificiales computarizados. También los
mecanismos sensoriales a través de los cuales los trabajadores exploran ambientes
proyectados en 360º, que posibilitan estrategias de seguridad dirigidas a prevenir
riesgos operarios; al igual que generar simuladores del funcionamiento de nuevas
máquinas, contribuir al trazado de protocolos de uso de nuevas tecnologías aplicadas
al proceso productivo, y ajustar los procesos de automatización en las líneas de
producción. Con todo ello se aumentan los niveles de productividad, derivado de la
toma de decisiones en tiempo real y la expansión de la producción flexible.
Entre las interrogantes que generan las nuevas tecnologías sobre las relaciones
sociales destacan las habilidades que se demandan a los trabajadores. De manera
general se pueden clasificar en dos tipos: a) las relacionadas con la programación y
control de dispositivos informáticos, y b) las habilidades de aprendizaje de nuevas
rutinas. Ambos son fundamentales dentro de los nuevos modelos de aprendizaje y
desarrollo organizacional, basados en el intercambio de información de manera
abierta al interior de la industria y la cooperación técnica de labores. Estos
elementos requieren -y por ello fomentan- la participación de los trabajadores en la
toma de decisiones. Para algunos autores como Covarrubias (1998), Contreras et
al. (2006), Carrillo
et al. (2017) y Sandoval (2017), esta situación se explica por la creación de parques
industriales que propician la cercanía de las empresas con sus proveedores, como se
documenta en Genzlinger et al.
(2020).
Lo más interesante de esta nueva forma de organizar la producción es la tendencia
hacia la colectivización de la tecnología. Como parte de los principios de mejora
continua para incrementar los niveles de productividad, la estrategia se basó en la
aplicación de novedosos programas que globalmente se conocieron como Ideas
efectivas: propuestas de los trabajadores para la mejora en el
funcionamiento del equipo, la reducción en los tiempos de desplazamiento y la
sincronía del proceso.
En otras palabras, comenzaron a trazarse nuevas redes de innovación que, a decir de
autores como Sandoval (2017), se caracterizan
por conformar procesos de construcción permanente, que pueden darse en múltiples
espacios, y de manera asincrónica, ya que funcionan como sistemas abiertos,
multicéntricos y heterojerárquicos a través de la interacción y el intercambio
dinámico y diverso entre los actores (Lopes y
Carvalho, 2018). Esto permite el enriquecimiento de cada uno de los
participantes como consecuencia de las múltiples relaciones que desarrolla con los
otros, optimizando así el aprendizaje al ser socialmente compartido.
En resumen, se incentiva la adquisición y asimilación del conocimiento y las
habilidades de los trabajadores. La documentación de estas prácticas de cooperación
(colectivización del trabajo) la encontramos en Rivas y Flores (2007, p. 92), Sandoval
(2017, p. 187) y García (2017, p.
179).
Transformaciones en la industria siderúrgica
Las transformaciones tecnológicas en la industria siderúrgica se han dado de manera
más lenta que en la industria automotriz. Esto no es una novedad, si se considera
que durante el siglo XX se documentaron muestras de deterioro y obsolescencia en el
equipo instalado (Ávila, 2002), al punto de
llegar a la quiebra de importantes empresas, como Fundidora de Monterrey, Sicartsa,
Hylsa y Tampsa.
Los más destacados esfuerzos de modernización en la industria se pueden analizar en
tres grandes etapas: 1) de 1957 a 1960, y consiste en la creación del departamento
de aceros planos y la consecuente incursión en la producción de planos (planchas,
láminas y hojalatas), así como a la edificación de una planta termoeléctrica de 44
000kw, así como una planta para fabricar laminados; 2) de 1964 a 1967, con
instalaciones sobresalientes, como la utilización de más hornos altos (tres en el
caso de la Fundidora Monterrey), hornos de hogar abierto, hornos recalentadores de
lingotes, molinos de palanquilla y abastecimiento de turbinas; y 3) entre 1973 y
1976, en medio de una de las más grandes crisis registradas en la industria,
derivada de la disminución de la demanda, y cuyas principales inversiones se
dirigieron a la creación de una planta concentradora de mineral de hierro y una
planta peletizadora de mineral de hierro, así como la ampliación y modernización de
los hornos altos y aceros planos.
En los años previos a la apertura económica, los mayores avances tecnológicos fueron
la sustitución de los hornos de aceración Siemens Martin por los convertidores a
base de oxígeno (Basic Oxygen Furnace, BOF), el método de vaciado
del acero en lingoteras por colada continua, y los primeros acercamientos a
tecnologías computarizadas (Rueda, 1994;
Martínez y Barragán, 2019).
Después de la década de los noventa -y como parte de los procesos de privatización-,
se incorporaron nuevas tecnologías. A decir de Guzmán (2002), son diez las que más van a destacar: tres de origen
estadounidense, tres brasileñas, y las restantes de origen alemán, inglés, chileno y
canadiense. Siguiendo a esta autora, la mayoría de estos avances son dirigidos a la
reducción del consumo energético y los tiempos de conexión, a la flexibilidad en el
uso de materias primas y a la mejora en la calidad de los productos.
Entre la base técnica que conforma las fuerzas productivas en esta industria,
destacan -por su importancia y función- los hornos eléctricos, las cestas de
chatarra, las ollas de vaciado, las grúas y los trasformadores. Estos equipos e
instalaciones dan cuenta de la complejidad del proceso productivo que ahí se
desarrolla. Toledo y Zapata (1999) explican
bien este proceso para el caso mexicano y Byun
(2020) en los países desarrollados. Consultar la descripción del proceso
productivo siderúrgico resalta la complejidad técnica que significa la fragmentación
del proceso productivo en esta industria.
Para el proceso de fabricación de acero en su forma de palanquilla y planchón, los
requerimientos van desde la utilización de convertidores de oxígeno BOF y hornos
eléctricos, hasta el uso de hornos de olla que permiten refinaciones más profundas,
lo mismo que el uso del removedor de hidrógeno. Esto provoca que se mantengan
vigentes formas de organización del trabajo tradicionales, en lo que parece ser una
armoniosa convivencia, con características que involucran: a) una división del
trabajo de tipo vertical -a partir de un mando centralizado- con elementos de
horizontalidad, a través de la línea de producción; b) la constante supervisión y
control del trabajo; c) distintos niveles, jerarquías internas y estilos de mando
(De la Garza, 1993), pero con la novedad
de que se han incorporado los esquemas de círculos de calidad y la calidad total
(Martínez y Barragán, 2019).
No obstante, esta industria comienza a incorporar innovaciones propias de la
Revolución 4.0, a través de sus avances en nanotecnología, computación cuántica,
biotecnología, internet de las cosas, tecnologías inalámbricas de quinta generación,
impresión 3D (o fabricación aditiva) y vehículos totalmente autónomos. Herramientas
que, a decir de los departamentos tecnológicos dedicados a su desarrollo, pueden
mejorar un modelo de negocio y generar nuevos ingresos.
Comparación de los cambios tecnológicos entre las industrias estudiadas
Con la incorporación de la línea de montaje al proceso productivo se da la pauta para
la sistematización de los movimientos realizados por los trabajadores. Esto llevará
a Frederick W. Taylor a proponer un manual de procesos en el que se especificaran
las labores precisas (los movimientos) que los trabajadores debían realizar en cada
una de las fases del proceso, sentando así las bases del llamado método taylorista,
definido a partir del conjunto de tres principios: la disociación del proceso del
trabajo de la pericia de los obreros -que refiere a la forma en la que el proceso de
trabajo se presenta de manera independiente del oficio,4 el conocimiento, e incluso la tradición de los
obreros-; la separación de la concepción de la ejecución (que no es otra cosa que la
separación del trabajo manual del trabajo mental o intelectual); y el uso del
monopolio del conocimiento para controlar cada paso del proceso de trabajo y su
ejecución, vinculado a esquemas de pre-planificación y pre-cálculo de todos los
elementos del proceso de trabajo.
En el caso de la industria productora de vehículos, los principios tayloristas fueron
la base de los posteriores desarrollos tecnológicos. Pensemos en la lógica de
división entre el control gerencial (sobre el que recaen las actividades de diseño)
y la ejecución de las actividades productivas. La situación es distinta en la
siderurgia donde, en la mayoría de los segmentos del proceso productivo, no es
aplicable el principio de disociación del proceso de trabajo de la pericia de los
obreros.
La razón es que el proceso de trabajo siderúrgico aún depende en gran medida de las
capacidades y conocimientos de los obreros, adquiridos de manera tradicional, lo que
dificulta la anteposición de las prácticas que involucren una mayor participación de
capital fijo. Derivado de esta condición, también se ve limitado el segundo
principio del taylorismo -el de la separación de la concepción de la ejecución-, ya
que las actividades productivas realizadas en la siderurgia requieren de un
razonamiento y una lógica que no puede limitarse a la realización de instrucciones
simplificadas dadas desde la gerencia.
La brecha se extenderá aún más a partir de la década de los noventa, cuando ni el
taylorismo, ni el fordismo hayan logrado implementarse de manera plena en la
industria siderúrgica, mientras en la industria automotriz estos modos de
organización productiva van ya en franca disolución. No obstante, en ambas
industrias se ha implementado el sistema de organización productiva que tiene como
principios el llamado JIT y el de TQC, que les permite recurrir a proveedores
capaces de ofrecerles bajos costos y máxima calidad y flexibilidad.
En la industria automotriz se impulsa la transferencia de la elaboración del diseño y
la fabricación de componentes automotrices, que antes eran realizados por las
armadoras, hacia empresas aparentemente más pequeñas. En trabajos como los de Contreras et al. (2006) y
Contreras y Díaz (2017), se habla de la
transición de la manufactura integral a la modular -por la redefinición entre
ensambladoras y proveedores-, y el nuevo sistema complejo que, desde la década de
los noventa, se crea a partir de la nueva forma de interrelacionarse. También por
sistemas de innovación en redes que están en constante proceso de construcción, y
que -al darse en múltiples espacios y de manera asincrónica- funcionan como sistemas
tecnológicos abiertos, multicéntricos y heterojerárquicos.
Una importante convergencia que comienza a observarse entre las industrias es la
estrategia de disociación de habilidades y destrezas de los ejecutores. En la
industria siderúrgica nunca se implementó de manera plena, mientras en la automotriz
comienza a dar signos de obsolescencia, ya que las empresas que conforman esta
industria -más que buscar una reducción en el costo de la fuerza de trabajo a partir
de la desarticulación de sus elementos más simples, es decir, que la fuerza de
trabajo perdiera grados de capacitación y así pudiera ser comprada a menor precio-
lo que procuran es que la fuerza de trabajo sea capaz de desempeñar múltiples
funciones, incluidas las de planeación de una parte del proceso productivo, para que
los niveles de productividad y de calidad en lo producido sean más elevados.
Consideraciones finales
Hoy en día, la actividad productiva en las industrias manufactureras se ha vuelto
parte de un mecanismo global en el que las fuerzas productivas más desarrolladas son
las que están marcando el rumbo de las formas sociales de producción. En el caso de
la industria automotriz, la incorporación de tecnología (producto de la Revolución
4.0) genera modelos de organización productiva considerablemente distintos a los
conocidos.
Ahora se presenta una tendencia hacia la mayor cooperación del trabajo, nos solo al
interior de las unidades productivas -con los incentivos que los trabajadores tienen
para proponer ideas que contribuyan el aumento de productividad, y la eliminación de
la separación del trabajo manual del trabajo intelectual-, sino también porque los
sistemas tecnológicos más sofisticados tienen la característica de ser sistemas
abiertos (que se van mejorando a partir de la interacción con los trabajadores) y
necesariamente adaptativos, pues, de lo contrario, se vuelven obsoletos de manera
más temprana.
En el caso de la industria siderúrgica, aún no se tiene la suficiente evidencia para
plantear el tipo de modelo de organización que más influencia ejerce. Aunque, a
partir de los registros, algunas de las formas de organización del trabajo que
comparte con la automotriz en el país son: a) mecanismos de Control de Calidad
Total, basados en círculos de control de calidad, control estadístico del proceso y
una política de cero errores; b) implementación del esquema JIT; c) modificaciones
en las categorías de contratación, que buscan ampliar las funciones de los
trabajadores y establecer mecanismos de polivalencia; d) derivado del punto
anterior, se busca incentivar la reintegración de las funciones de producción
desempeñadas por los trabajadores, es decir, romper con la rigidez características
del modelo taylorista, lo cual demanda un mayor involucramiento de los trabajadores
en el proceso productivo.
Con este análisis, se desprende una pregunta generadora de grandes controversias: ¿se
tienen elementos para argumentar que, debido al acelerado nivel de desarrollo
tecnológico, se pueden generar máquinas y robots capaces de realizar los procesos
productivos de manera más integral, y con ello abrir la posibilidad de gestación de
un nuevo tipo de relaciones sociales que trascienden el modo de producción actual?
Esta pregunta, lejos de verse como producto de la ciencia ficción, resulta
pertinente.
Con el recorrido realizado por las formas de organización productiva conocidas, se
observa que, grosso modo, con el taylorismo se inició la gestión
planificada del trabajo dentro de la nueva unidad productiva, la fábrica, a la par
de que la producción individual se transformó en producción social: primera muestra
de que el trabajo en colectivo tiende a ser más productivo que el trabajo realizado
de manera individual. Con el fordismo y la cadena de montaje se potenció la
característica que surgió de la fábrica: el trabajo colectivo de los obreros. Ahora,
con los modelos de cuarta generación, se tienen elementos para afirmar que el
proceso de producción funciona como una cadena global de actos sociales, que genera
productos sociales, en los que la tendencia en la innovación es la implementación de
prácticas cooperativas de asociación internacional.
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La incorporación de nuevas tecnologías al proceso productivo es explicada por la
expectativa de un mayor excedente. En el capitalismo, esta resulta ser una
condición necesaria para incrementar -o, en su defecto, mantener- los niveles de
ganancia esperados.
Autor de ciencia ficción. Quizá su novela más conocida sea: Do Androids
Dream of Electric Sheep?, publicada por primera vez en 1968.
En La inversión extranjera directa en América Latina, publicado
por la CEPAL en 2018, se registra que los fabricantes de automóviles (como
Mercedes Benz, Audi, BMW, Volvo, Nissan, Honda, Hyundai y Toyota) anunciaron que
antes de 2020 se fabricarían modelos comerciales con conducción autónoma. Para
2021, BMW fabricará un vehículo sin conductor.
Entendemos por oficio al conocimiento que permite al obrero
comprender y superar constantemente las dificultades que se presentan en la
ejecución de las tareas productivas, no solo en las herramientas y materiales,
también en las condiciones de trabajo.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Hernández Calvario, L. C. (2021). Impacto
de los cambios tecnológicos sobre las relaciones sociales de producción:
industrias siderúrgica y automotriz. Paakat: Revista de Tecnología y
Sociedad, 11(21). http://dx.doi.org/10.32870/Pk.a11n21.586
PAAKAT: Revista de Tecnología y Sociedad, año 14, número 26, marzo - agosto de 2024, es una publicación electrónica semestral editada por la Universidad de Guadalajara, a través de la Coordinación de Recursos Informativos del Sistema de Universidad Virtual. Av. La Paz 2453, Col. Arcos Sur, CP 44140, Guadalajara, Jalisco, México. Tels. 33 32 68 88 88 y 33 31 34 22 22, ext. 18775. Dirección electrónica: http://www.udgvirtual.udg.mx/paakat/index.php/paakat. Correo electrónico: paakat@udgvirtual.udg.mx. Editor responsable: Dr. Lázaro Marcos Chávez Aceves. Número de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título de la versión electrónica: 04-2011-111117155600-203, e-ISSN: 2007-3607, otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Sistema de Universidad Virtual, José Antonio Amaro López. Fecha de la última modificación: 29 de febrero de 2024.
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