prtsPAAKAT: revista de tecnología y sociedadPAAKAT: rev. tecnol.
soc.2007-3607Universidad de Guadalajara, Sistema de Universidad
Virtual10.32870/Pk.a10n18.41000003TELCHAKPerspectivas sobre la computación ubicuaPerspectives on ubiquitous computing0000-0003-3638-5857Ramón RossiLuis Sebastián1*Universidad Nacional de Entre Ríos,
ArgentinaUniversidad Nacional de Entre
RíosUniversidad Nacional de Entre
RíosArgentina
Licenciado y profesor en Comunicación Social (UNER), Diplomado en
Constructivismo y Educación (FLACSO), doctor en Ciencias Sociales (UNER) e
investigador del Centro de Investigaciones Políticas y Sociales de la
Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre
Ríos (CISPO- FCEdu-UNER), Argentina. Docente de grado en Teorías del
Aprendizaje y TySC. Becario posdoctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). ORCID:
https://orcid.org/0000-0003-3638-5857 luissebastianrossi@gmail.com
28052020Mar-Aug20201018e4101111201926022020Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia
Creative CommonsResumen
Este artículo presenta tres perspectivas analíticas sobre la relación entre
computación ubicua (ubicomp) y diversas dimensiones sociales y
culturales. Para ello, se reconstruyen las últimas tres décadas de producción
teórica sobre el tema. En el primer apartado se analizan posiciones
instrumentalistas que examinan el impacto, la aplicación y la adopción de estos
desarrollos en distintas áreas, así como las tendencias que descubren su
complejidad. Posteriormente, en una segunda sección se indagan los dilemas
éticos y las críticas culturales que surgen ante la omnipresencia de la
informática (pervasive computing). En tercer lugar se estudian
las tendencias políticas que emergen ante la ubicomp. Por
último, se recuperan las potencialidades abiertas al pensar estas perspectivas
en conjunto
Abstract
This paper presents three analytical perspectives on the relationship between
ubiquitous computing (ubicomp) and various social and cultural
dimensions. To achieve such aim, the study reconstructs the last three decades
of theoretical production on the subject. Firstly, the paper analyzes
instrumentalist positions about the impact, application and adoption of these
developments in different areas as well as the trends that reveal their
complexity. Then, in a second section, attention is turned to the ethical
dilemmas and cultural criticisms that arise before pervasive computing. Thirdly,
the study focuses on the political tendencies that emerge over ubicomp. Finally,
conclusions about the potential of thinking these perspectives as a whole are
drawn.
Desde finales de la década de 2000, la minería y el cálculo intensivo de grandes
datos aglutinaron nuevas esperanzas económicas y tecnocráticas frente a la crisis
capitalista; no obstante, las raíces de estas estrategias deben buscarse, por lo
menos, un decenio antes de comenzada nuestra centuria. A inicios de 1990, tomó forma
un programa de investigación, desarrollo e innovación que impulsaba el cambio
tecnológico enraizado en el transfondo epistémico de las sociedades contemporáneas
(Rossi, 2018 a; Godin, 2017). Este programa adoptó múltiples nombres:
informática penetrante, omnipresente y generalizada (pervasive),
ambientes inteligentes, computación proactiva, colectiva, en la nube y, quizás el
más recurrente, computación ubicua (ubicomp).
A pesar de su variedad proteica, la mayoría de las líneas de investigación del
programa registran cierta herencia en los trabajos de Mark Weiser. El jefe de
ingenieros de Xerox Parc suele ser reconocido porque, entre 1989 y 1994, escribió
una serie de documentos adelantando diversos aspectos de la
ubicomp. Su estudio más citado comienza con una célebre frase
“Las tecnologías más profundas son aquellas que desaparecen […] y que se entretejen
en la fábrica de la vida cotidiana hasta que se vuelven indistinguibles de ella”
(Weiser, 1991, p. 94).
En ese artículo Weiser calcaría la ubicuidad sobre el modelo de los dispositivos
escriturales, pero solo para superarlos hacia procesos de computación que ya no
supondrían interfaces interactivas hombres-máquinas. Al mismo tiempo, contra la
promesa de la realidad ciberespacial, Weiser abogaba por una virtualidad encarnada
que multiplicase los ordenadores en nuestro mundo antes que tener que adaptarlo al
universo computacional. Por tal motivo, fomentaría la diseminación informática a
escala variable (pulgada, pie y yarda), haciendo hincapié en la movilidad y en la
atención contextual −siempre en el marco de las restricciones de una conectividad
limitada- Krumm, (2016). Específicamente,
Weiser centraría sus discusiones en el carácter imperceptible, calmo
(calm) e invisible de los desarrollos que estarían incrustados
en las tareas sin sobresalir por sus rasgos tecnológicos, subrayando que se trataría
de una tercera ola de desarrollos informáticos que subsumiría, sin suplantar, a los
paradigmas anteriores de la computación mainstream y
personal.
Hasta mediados de la década de 1990, el término ubicomp se
relacionaba principalmente con la informatización de ambientes de trabajo Ronzani, (2009). Sin embargo, la dispersión de
microchips, procesadores y terminales excedió rápidamente el ámbito de las oficinas
y penetró en esferas como el hogar y el ocio. Estas serían las direcciones
exploradas detrás de los proyectos de pervasive computing. Desde
las usinas de IBM se llevaría al extremo la posición de Weiser,
pero buscando diferenciarse a través de remarcar la centralidad de las redes para la
era post-PC, así como del uso de aplicaciones intuitivas para la
resolución de tareas diarias y del networking como expresión de la
movilidad y de la constante conexión −cumpliendo con la máxima de una informática
omnipresente “en todo lugar y en cualquier momento”, como quería Hansmann, uno de
sus impulsores Saha y Mukherjee, (2003)-.
De acuerdo con Dourish y Bell (2011), Intel
también desarrollaría una tendencia propia llamada computación
proactiva, que acentuaba la conectividad y la predictibilidad de los
datos surgidos del ambiente, articulando un interés en el machine
learning, así como el procesamiento de datos, la reticularización
algorítmica y la personalización de las experiencias digitales. De hecho, estos
acentos pueden ser rastreados hasta la idea de invisibilidad en Weiser, tal como lo
presenta Tennenhouse (2000) cuando define la
computación proactiva como superación de los problemas de la interfaz
humano-computadora, como un llamado a gestar intercomunicaciones entre las
computadoras y su medioambiente que deberían desplazar al humano del
feedback loop (empresa conocida hoy como Internet of
things [IOT]).
En un sentido similar surgió el concepto de inteligencia ambiental (ambient
intelligence) establecido en Philips para conceptualizar las
tecnologías que desaparecen creando medioambientes electrónicos responsivos y que
generan las bases de los actuales desarrollos en hogares inteligentes De Ruyter y Aarts, (2004). Por último, la
centralidad del programa de la ubicomp quedaría mejor reflejada en
aquellos que se apoyarían en Weiser para sostener la evolución hacia una computación
de las masas (crowd), distribuida en la nube
(cloud) y en una web semántica. Según Abowd (2016), la noción de crowd computing
acelera la ubicomp borrando la distinción entre lo humano y lo
maquinal e integrando ambos procesos a través de la conectividad y el procesamiento
big data. En su estadio más reciente se presenta como una
envoltura (milieu) cambiante (shroud computing)
que atraviesa estratos orgánicos, inorgánicos y culturales.
Como se hace evidente, la mayoría de estas denominaciones provienen de think
tanks transnacionales1
y, a pesar de que en términos ingenieriles han intentado tener acentos diferentes,
constituyen líneas de investigación al interior de la ubicomp que
exceden la mera multiplicación de realidades artefactuales para señalar una mutación
en los regímenes de signos y en las materialidades contemporáneas a través de la
extensión de la computación a todo el tejido físico, social y mental.
De acuerdo con Wiegerling, el núcleo duro del programa de I+D+i de la
ubicomp soporta verdaderas visiones sobre las prácticas
sociales y culturales cifradas en la colonización del conjunto de la vida cotidiana
(Greenfield, 2006). No es de sorprender
que el mismo Weiser aglutinara sus ideas bajo la noción de “computación
posmoderna” al tiempo que alentaba, en sus últimos escritos, la
incorporación de investigaciones provenientes de humanidades y ciencias sociales,
disciplinas estratégicas para conformar tecnologías calmas e invisibles Galloway, (2004); Fuller y Ekman, (2013).
Paradójicamente, a pesar de la intención declarada de transformar la vida cotidiana,
se ha vuelto un lugar común subrayar la carencia de estudios sociales y culturales
que analicen la ubicomp. Sin embargo, cualquier acercamiento a la
literatura académica permite descubrir que estas afirmaciones no son completamente
ciertas. Por ello, el objetivo de este artículo es, a través de un análisis
hermenéutico crítico de las últimas tres décadas de investigaciones sobre la
temática, sistematizar tres grandes perspectivas con distintas tendencias asociadas,
que, a pesar de sus profundas distancias, han tenido la clara intención de vincular
alguna dimensión social, cultural o política y los problemas derivados del programa
de la ubicomp. Sin intentar recuperar todas las vertientes y
autores, esbozaremos tres momentos específicos: una suerte de mirada determinista
sobre la aplicación, la adopción y el impacto que empieza a ser superada por
aproximaciones desde la complejidad del diseño; la apertura de dilemas éticos y de
acercamientos críticos y, por último, nuevos problemas políticos surgidos en la
ubicomp.
El diseño de la ubicomp: de la instrumentalidad de su
aplicación a los conflictos de su complejidad
Una de las primeras consecuencias del programa de la ubicomp, y de
su pretensión de extenderse a la cotidianeidad, fue afectar al campo de las
disciplinas de la interacción humano-computadora, empujándolas a cubrir todos los
aspectos de la vida humana desde múltiples formas del computar Rogers, (2012). Por ello, no será extraño que una de las
primeras perspectivas sobre la ubicomp provenga del diseño, a
través de una concepción instrumental, de las dimensiones sociales y culturales, en
tanto áreas de aplicación y de impacto que serían receptoras de soluciones
ingenieriles.
Así, aparecen un conjunto de reflexiones sobre desarrollos dirigidos a la aplicación
asistencial en áreas de salud, enfocados a los adultos mayores o personas con
discapacidades, y en relación con tópicos de autonomía personal (movilidad,
memoria), seguimiento de indicadores biológicos, procesamiento de información,
atención doméstica, control emocional, relaciones interpersonales, etcétera (Morris, Lundell y Dishman, 2004; Sarivougioukas
en Khosrow-Pour, 2018). En una tonalidad
bastante extraña, algunos proyectos tecnológicos asistenciales, financiados por
fondos empresariales, llegarán al extremo de pretender satisfacer las necesidades de
personas sin hogar Le Dantec et
al., (2011).
La dimensión social como variable interviniente cobrará importancia para estos
desarrollos con el inagotable número de estudios sobre dispositivos de vigilancia,
control y seguridad pública (acentuados luego del 9/11), así como por acercamientos
que perseguirán la aplicación de la ubicomp al
fitness o al deporte Barkhuss,
(2006). Otras investigaciones se abocarían, además, al análisis de los
problemas de gestión en contextos laborales, así como a las normas de seguridad de
las tareas Kinder-Kurlanda y Nihan, (2015) y,
en caudalosos ríos de tinta, a las temáticas educativas a través del problema del
aprendizaje ubicuo. En su conjunto, se trata de una concepción del desarrollo de la
ubicomp como programa de resolución de problemas a corto plazo
desde perspectivas tecnocráticas supuestamente depuradas de ambigüedad.
Sin embargo, los campos predilectos de aplicaciones son los negocios, el comercio y
el desarrollo económico. De acuerdo con Bohn
et al. (2005), los usos de la
ubicomp para la now economy se cifran en
métodos comprensivos de monitoreo y extracción de información sobre la producción,
la distribución, el marketing, la venta y el consumo.
Concretamente, dos importantes características están en el centro de dichos procesos
económicos: la habilidad para seguir en tiempo real los bienes y servicios
(trazabilidad, gestión de inventario, etcétera) y la capacidad de introspección de
los objetos inteligentes (información sobre su producción, disponibilidad, uso,
reparación, personalización, entre otros).
Por esta razón, no serán pocos quienes afirmarán el potencial de la
ubicomp para transformar mercados estáticos en altamente
dinámicos (Begole, 2011), así como para abrir
modelos de negocios ligados a modalidades de pago-por-utilización
(donde la propiedad podría ser reemplazada por modelos de licenciamiento) o basados
en la confiabilidad del blockchain para transferencias
automáticas, búsquedas y pruebas virtuales de productos que
permiten redibujar los límites tradicionales de las tiendas
e-commerce ( Savastano
et al. en Khosrow-Pour, 2018). En América Latina
estas transformaciones no dejarían de tener injerencia; de hecho, los cepalinos, en
su última agenda digital, aseveran que la IOT y la computación ubicua impactarán en
el nuevo horizonte de desarrollo económico y social de nuestra región CEPAL, (2018).
Junto con los diseños que incorporan la dimensión social en términos de aplicaciones,
aparecen algunos análisis que se han detenido en la aceptación de la
ubicomp. Se ha estudiado reiteradamente el éxito o el fracaso
de la adopción, en distintos extractos sociales, de tecnologías móviles basadas en
la localización y el seguimiento (Barkhuus y Dourish,
2004; Yoo y Lyytinen, 2005; Vega y
Pau en Khosrow-Pour, 2018; Zeal, Smith y Rens, 2010; Geihs et al. 2012).
No obstante, de manera paulatina, desde el plano del diseño han surgido
investigaciones orientadas a descartar las posturas deterministas e
instrumentalistas para destacar la complejidad. Así, para (Dourish y Bell 2011), la ubicomp no es
simplemente una promesa de un futuro distante, sino que ya está entre nosotros, por
lo que tenemos que prestar atención a sus efectos en una realidad fundamentalmente
desordenada y mezclada (como lo demuestran las infraestructuras de la vida cotidiana
-condición exacerbada en Latinoamérica-). Así, sostendrán que, para comprender la
ubicomp, hay que hacerlo no solo desde el ámbito técnico sino
también cultural, social, político, económico e histórico y, como señalan (Crabtree et al. 2006), a
través de una metodología etnográfica.
De hecho, Dourish y Bell (2011) hacen hincapié
en que, a diferencia de lo que propone Weiser, es necesario reconocer las
variaciones culturales en relación con la tecnología y asumir el estudio de las
negociaciones, compromisos y resistencias de significado en ellas, deteniéndose
particularmente en la tecnología como un sitio de producción cultural y social. De
allí que sostengan que entre el costado técnico y el sociocultural no hay un hiato,
sino una complejidad a comprender.
En el mismo sentido, Rogers (2006) propone una
agenda alternativa del diseño señalando que debe mudarse de una mentalidad que
quiere crear medioambientes inteligentes (smart building, smart
city), invisibles y proactivos, que en último término vuelven pasivos a
los sujetos, a entornos que permitan ser más constructivos, creativos e imaginativos
en nuestras prácticas cotidianas y en nuestras relaciones con el mundo. Por ello, el
autor se detiene en cómo se pueden mejorar las prácticas de aprendizaje, lúdicas y
sanitarias, en los contextos que evaden responder a criterios instrumentales de
racionalidad y predictibilidad.
También podemos mencionar una especie de social turn que ha
soportado la aparición de otros estudios y diseños que ponen el ojo en la
construcción misma de entornos socioculturales desde los desarrollos
ubicomp. Por ejemplo, hay análisis que evalúan la función
comunicativa de estas tecnologías (Vetere, Howard y
Gibbs, 2005) en tanto sistemas que permiten construir lazos y sostener
relaciones familiares o amistosas -social computing, como la
denomina Hemmatazad (en Khosrow-Pour,
2018)-.
Estos proyectos acentúan en paralelo la capacidad de lectura del contexto social por
parte de la ubicomp (Wang, Bodily y
Gupta, 2004) y su rol en entornos de coordinación de tareas y de gestión
organizacional (Jessup y Robey, 2002), así
como de expresión de identidades y de generación de contenidos (Persson, 2001). De la misma forma, algunas
aproximaciones diferentes insisten en que estas tecnologías deben acomodarse no solo
a las limitaciones perceptuales y motoras humanas, sino también a las formas mismas
en las que interactuamos en grupos (Grudin,
2002) y a los afectos que sostienen esas comunicaciones (Broek, 2013).
Ello ciertamente ha movilizado la búsqueda de una affective
computing (Picard, 2000), pero
también las vías de deconstrucción de la ubicomp a través del
carácter transindividual de la afectividad inscrita en las
prácticas de diseño (Sengers et
al., 2004) o en la problematización misma del
afecto desde los desarrollos (Schick y Malmborg, 2010).
De manera concomitante, Greenfield (2006) ha
indagado cómo la complejidad de la ubicomp se despliega sobre la
vida cotidiana quebrando acuerdos tácitos en los lugares de trabajo, en el hogar, en
la presentación del self, en el derecho a la privacidad, etcétera.
De hecho, su libro denomina al programa de la ubicomp con el
neologismo everyware,2 formado por everywhere y
hard-software. Everyware,
para el autor, es un procesamiento de gestos, comportamientos, objetos y superficies
de la vida cotidiana alistados para la intervención tecnológica; sostiene que puede
entenderse como el procesamiento de información disolviéndose en el
comportamiento, porque “no es tanto un tipo de
hardware o de software como una situación”
(Greenfield, 2006, p. 31).
Es un campo envolvente, medioambiental, que aparece en actividades desacostumbradas
para la intervención de tecnologías de la información, como el ejercicio, el juego,
la sexualidad, la amistad o la meditación, y que al ser mediadas por el
everyware se convierten en algo diferente. Greenfield será
crítico de este programa, recogiendo líneas de pensamiento que exceden al diseño y
lo vuelven problemático.
De los dilemas éticos a los pensamientos críticos acerca de la
ubicomp
En 1991, en la división de investigación europea de Xerox, el
filósofo B. Anderson sostenía, prematuramente,
la necesidad de explorar tanto las consecuencias sociales como los conflictos éticos
surgidos de la ubicomp. Por consiguiente, se dedicaría a criticar
las grandes teorías morales aplicadas a la informática generalizada, subrayando que
una nueva visión ya no podría apartar a las tecnologías de sus usos potenciales y
que debería crear las normas culturales que pudieran incorporar a estas
innovaciones.
Esta perspectiva, anclada en la filosofía de la técnica anglosajona, continuaría en
grandes núcleos de dilemas éticos surgidos en los últimos decenios en relación con
la ubicomp. Entre estas temáticas recurrentes, como lo demuestra
Hilty (en Kinder-Kurlanda y Nihan, 2015),
aparecen reflexiones sobre la responsabilidad legal y moral de los sistemas de
computación autónomos, así como sobre la disipación de la
accountability.
Concatenados con dicho tópico, los problemas de la autonomía y de la
autodeterminación han sido ligados, a menudo, a los riesgos de ambientes donde hay
daños potenciales a la salud (como el diagnóstico médico, las cirugías asistidas,
etcétera), donde peligra la vida humana en general (tráfico aéreo, vehículos
comerciales y militares no tripulados [drones]) o donde las decisiones delegadas a
las tecnologías de cómputo intensivo de datos pueden afectar la autonomía de los
humanos a través de fallas infraestructurales con consecuencias catastróficas (Mattern, 2005). Pues, como sostiene Greenfield (2006), la ubicomp
produce circunstancias en las que la agencia humana, el juicio y la voluntad son
progresivamente suplantadas por normas y estándares aplicados algorítmicamente.
Ante esta nueva codificación de las prácticas, no es extraño que el tema de la
responsabilidad sea acompañado por una ambivalencia wieneriana respecto de la
capacidad de control humano frente a estos sistemas autónomos (Milner, 2006), al tiempo que se desgrana la transparencia de
los sistemas sobre la toma de decisiones. Así, un automóvil en la IOT (con cientos
de circuitos integrados, con GPS, cámaras, sensores y demás), puede que ya no sea
completamente leal a sus propietarios sino, por ejemplo, a la compañía de seguros, a
las leyes de tránsito o a la garantía de los fabricantes.
Evidentemente, cercanos a estos problemas éticos, son asiduas las discusiones sobre
la privacidad en relación con la protección de datos, la
caracterización automática de personas sin su conocimiento (RFID, dispositivos
biométricos, etcétera) y los sistemas de localización y posicionamiento. En 2008,
Zittrain advertía que estas redes de sensores distribuidos creaban nuevas vías de
gobierno y monitoreo de los ciudadanos (sobre las que volveremos más adelante).
Para Bell et al. (2003), el
contrataque de estos problemas gira en torno a la construcción de la intimidad desde
la ubicomp, tanto de cercanía cognitiva y emocional (desarrollos
conscientes y responsivos a nuestras intenciones y acciones), de proximidad física
con el cuerpo (sensores para prendas portátiles), como de tecnología que sirve para
expresar nuestros sentimientos hacia otros. En el mismo sentido, Greenfield ha
destacado que el milieu de la ubicomp deja sin
efecto la idea goffmaniana de las distintas máscaras detrás de la presentación del
self, ya que las superficies everyware
explicitan informaciones latentes sobre nuestras vidas, y las convierten en
peligrosamente transparentes.
Por último, se han presentado dilemas sobre el paternalismo tecnológico o la
imposición de soluciones que lesionan la autonomía personal. Sobre todo respecto de
dos campos donde hay prolíferas discusiones: seguridad (biometría informática) y
salud (algunos desarrollos asistenciales que mencionamos más arriba). De acuerdo con
Rogers (2006), el paternalismo
tecnológico expresa la tendencia de los sistemas ubicomp para
inferir y predecir los comportamientos de los usuarios a través de machine
learning, lo que genera relaciones de dependencia con la consabida
amenaza a la autodeterminación del individuo.
No obstante, además de estos problemas éticos, hay un conjunto de perspectivas que
llevan adelante críticas culturales más amplias (Langheinrich et al., 2002). En primer lugar están
aquellos cuestionamientos que se dirigen a la visión de la computación ubicua,
especialmente a su pretensión voraz de penetrar todos los aspectos de la existencia
−de hecho, el mismo Weiser (1991) advirtió
que, en las manos incorrectas, la ubicomp podría transformarse en
un proyecto totalitario-.
Al mismo tiempo, se ha cuestionado nuestra capacidad para comprender el alcance de
estos fenómenos pues, si es factible advertir que los objetos (como una
laptop) son diseñados, manufacturados y comercializados por
empresas, se hace realmente difícil conocer quién ha diseñado una situación como las
creadas por las plataformas digitales (evidentemente, los campos de acción humana se
ven excedidos por una agencia computacional dispersa, difusa, compleja [Greenfield, 2006]). En el mismo sentido, otro
tópico de las críticas versa sobre las metas demasiado vagas de la computación
ubicua en comparación con los enormes esfuerzos de inversión requeridos para
lograrlas.
En segundo lugar, como mencionamos, hay un conjunto de críticas dirigidas a los
efectos negativos de la computación ubicua que giran en torno de la capacidad para
una eficiente y despiadada vigilancia que llevaría a una degradación de la
privacidad (Mattern,
2005). La ubicomp tiene un potencial sin precedentes
para crear redes de monitoreo, ligando la vida privada y la pública, y extendiendo,
temporal y espacialmente, las capacidades de seguimiento (logs,
metadatos, CCT, etcétera) en lo que se ha conceptualizado como una exacerbación del
panoptismo o como parte integral de la existencia de nuevas formas sociales de
control (Galič, Timan y Koops, 2017).
La ubicomp ofrece una profunda capacidad de búsqueda a través de una
gran cantidad de bases de datos recolectadas en regímenes 24/7, como destaca Crary (2013). Por ello, Mayer-Schönberger (2007) ha señalado que, para quebrar la
inercia de los dispositivos que no dejan de recordar, hemos de legislar y codificar
una suerte de olvido programado.
Asimismo, otros críticos acentúan las falsas promesas y expectativas de la
ubicomp. Cuando comenzaba el milenio, Winner (2000) se ocupó de la computación ubicua y puso en la
picota la quimérica necesidad de multiplicar los gadgets
comunicantes, sobre todo el cuerpo social. Para el reconocido filósofo de la
técnica, las descripciones del mundo en este programa de I+D+i eran deslumbrantes,
aunque lo sean solo por su pura estupidez, pues ninguno de estos objetos se ajusta a
los estándares básicos de utilidad.
Fundamentalmente, a pesar de sus promesas, ninguno de estos aparatos liberaría del
esfuerzo, ahorraría tiempo o reduciría el estrés, ya que, a medida que las personas
adquieren más equipamientos, sus vidas no devienen simples sino más complicadas,
demandantes y apuradas en una ocupación sin fin, como lo demuestra la evaporación de
los límites entre trabajo y ocio. En el mismo sentido, Spigel (2005) ha analizado las tendencias de las tecnologías de
diseño hogareño de las smart houses, cuyo pináculo es una
“domesticidad posthumana” caracterizada por acentuar la subjetividad doméstica que
reproduce los peores estereotipos de género y calca el futuro sobre el pasado.
Desde la fenomenología, Araya (1995) identificó
el problema principal de la informática omnipresente y sus efectos en la relación
entre el hombre y el mundo. Para el filósofo, la ubicomp cambia el
medioambiente donde vivimos, volviéndolo un artefacto servil con el cual la
propagación de “subrogantes digitales” resulta en una transformación, desplazamiento
y sustitución de sus propiedades fundamentales. La alteridad es paulatinamente
eliminada y somos dispuestos para vivir en un mundo sin afuera.
En el mismo sentido, diversos autores han advertido que Next
Internet refuerza los mundos personalizados en una suerte de burbuja de
filtro en donde se socava el disenso fundamental para políticas democráticas,
eliminando toda amenaza de sentido que permita la adquisición de nuevas ideas.
Relacionado a ello, Wiegerling (en Kinder-Kurlanda y
Nihan, 2015) subrayó que ambient intelligence, bajo la
idea de reducir la complejidad, denota un tipo de inteligencia que pone en crisis a
nuestro mundo de la vida.
De hecho, el problema con los sistemas de realidad aumentada que dependen de la
ubicomp será la pérdida de la posibilidad de percibir la
resistencia de todo Lebenswelt, un carácter confrontacional que es
vital para la experiencia de la realidad (Wirklichkeit), así como
para el desarrollo de la identidad personal. Mientras, McCullough (2013) ha sostenido que los desarrollos de
pervasive computing han transformado los procesos atencionales
excediendo la concentración en la GUI. Perspectivas como la de los autores son
acompañadas por la aparición de un conjunto de profundos problemas fenomenológicos
que no podremos analizar aquí (como es el caso de los de M. Hansen) o de dimensiones
filosóficas que relacionan la omnipresencia y la ubicuidad con características
mágico-religiosas de las técnicas (Adamowsky,
2003).
La ubicomp como horizonte de pensamientos
políticos
Desprendidas de las críticas anteriores, se puede decir que surgen perspectivas
políticas que piensan la ubicomp, al menos, en tres tendencias
claras.3 En primer lugar,
aparece un pensamiento crítico liberal que considera las políticas necesarias para
impulsar la computación ubicua y no sacrificar a las democracias occidentales frente
al poder cada vez más grande de las corporaciones.
Un ejemplo de estas tendencias es el trabajo de Howard (2015), que ataca directamente los problemas de la IOT en una
serie de artefactos que no están diseñados, en principio, para la interacción social
deliberada o la creación y el consumo de contenidos. Se trata de un internet más
amplio e invasivo que no se experimenta por GUI (browsers),
produciendo, para el autor británico, un declive en la conciencia de los usuarios
sobre el poder sensorio de tecnologías que, para 2020, afectarán cultural, económica
y políticamente a grandes porciones de la población mundial.
En este escenario, para Howard (2015), las
compañías que mantienen nuestras redes digitales, los data
warehouses, las firmas de desarrollo de aplicaciones y plataformas, las
agencias de publicidad y los licenciatarios, así como las empresas de social
media, acceden a nuestros datos e interfieren en el flujo de
información. No obstante, sus fines son oscuros para los usuarios, de allí que para
el autor debamos tomar decisiones sobre la política de la IOT y su infraestructura
de conectividad, pues, como lo demuestra su historia, internet puede ser utilizado
para la censura y la vigilancia o para abrir sociedades cerradas y romper con
regímenes autoritarios.
Howard bautiza este nuevo período de vida política global como Pax
technica, término que, alejado de la idea de paz, expresa la
estabilidad y la previsibilidad de las maquinaciones políticas globales surgidas de
los pactos, cada vez más asiduos, entre las grandes compañías tecnológicas y los
gobiernos. En esta Pax technica las democracias incorporan
sorprendentes niveles de control social a través del datamining
político y corporativo, la censura digital, la vigilancia online,
etcétera. Pero, para Howard (2015), los
gobiernos tendrán cada vez menos posibilidades de gobernar a la IOT y de convertir
cada dispositivo en proveedor de datos políticos valiosos.
Contra esto, el autor propone que el internet de las cosas debería
habilitar un 10% de su capacidad para ser utilizado con sentido cívico y a favor del
bien común (por organizaciones de salud pública, bibliotecas, asociaciones sin fines
de lucro, academias, entre otros). También plantea que su potencia debería estar
disponible ante desastres naturales o para fomentar la filantropía, al tiempo que
los datos producidos por estos sistemas deberían ser abiertamente compartidos por
parte de las compañías que los concentren. Explica que las personas deberían poder
decidir si sus datos estarán disponibles o si podrán ser comercializados. Por
último, se deberían fomentar leyes contra la concentración de la minería,
recolección y análisis de datos, y todo artefacto debería hacer explícito quién es
su beneficiario final.
En segundo lugar, han aparecido tendencias de análisis que provienen de la economía
política de la comunicación y de su alianza con los estudios culturales, desde donde
se han producido textos fundamentales para comprender cómo la ubicuidad de la
computación entra en alianza con las tendencias monopólicas, militaristas y
comercializadoras de la vida cotidiana. Por supuesto, en el centro de estos análisis
se presenta la discusión sobre los alcances del capitalismo contemporáneo, así como
su relación con las democracias (sin hacerlos equivalentes).
Para McChesney (2013) las fuerzas democráticas
deben hacer que internet detenga las tendencias que promueven la desigualdad, el
monopolio, el híper-comercialismo, la corrupción, el estancamiento y la
despolitización, pero para hacerlo se tiene que comprender cómo las redes digitales
están en el centro de la economía contemporánea.
En una dirección similar se presentan los aportes de Morozov (2016), quien critica fuertemente la multiplicación de los
sensores y la conectividad que convierten en mercancía la información de los
ciudadanos al monetizar su autovigilancia (cifrada en el correo gratuito, pero
monitoreable, así como en las apps de precio nulo pero financiadas
con publicidad). De hecho, para el autor bielorruso, “la digitalización de la vida
cotidiana y la avidez de las finanzas corren el riesgo de transformar todo -del
código genético a nuestros dormitorios- en valores productivos” (Morozov, 2016, p. 264). No
obstante, el investigador traza algunas equivalencias entre el discurso neoliberal y
la comprensión de la tecnología que no se sostendrán en la tercera tendencia
política sobre la ubicomp.
En esta misma corriente, Mosco (2017) ha
analizado el fenómeno Next Internet como el conjunto que articula
el poder técnico entre cloud computing, big data y
IOT. En estas redes ubicuas, mientras que la computación en la nube provee el
almacenamiento y el procesamiento esenciales, los grandes datos masivos ofrecen
nuevas oportunidades para sumar valor a la información almacenada y el
internet de las cosas recolecta montañas de datos para su
análisis. De hecho, la ubicuidad de la computación supone la automatización e
integración de estos tres sistemas que, claramente, dependen de las
telecomunicaciones.
Para Mosco, el hecho de que sea cada vez más difícil determinar qué es y qué no es
una computadora −pues están en todos lados (everywhere) y, al mismo
tiempo, desaparecen, no están en ningún lado (nowhere)−, hace de la
ubicuidad una característica vital para distinguir el internet que hoy conocemos de
los desarrollos a futuro. En estos, las personas tenderán a declinar el control a
favor de los procesos algorítmicos en los cuales confiarán para la toma de
decisiones de negocios, de gobierno y de la vida diaria. En particular, el argumento
de Mosco (2017) es que, bajo este trípode de
la Next Internet, hay sistemas crecientemente integrados que
aceleran el ocaso de un internet democrático, descentralizado y abierto
(open-source).
En el mismo sentido, Srnicek (2017) advierte
sobre el surgimiento de oligopolios y monopolios detrás de un nuevo capitalismo de
plataformas. Para Mosco (2017) y Srnicek (2017) dichas plataformas,
predominantemente de capitales norteamericanos,4 han llegado a niveles de control que dificultan la
libre competencia haciendo crecer las desigualdades. El diagnóstico subyacente es
que, en la actualidad, estas tendencias de la ubicuidad están siendo usadas, de
manera primordial, para expandir la mercantilización y la militarización del mundo,
camino que no es inevitable pero que necesita de intervenciones políticas para ser
revertido.
Además de estudiar la geopolítica de los Big Five (Google, Facebook,
Amazon, Microsoft y Apple), Mosco (2017) se
detiene en las transformaciones culturales que rastrea en todas las dimensiones que
considera necesarias para la producción de sentido (el trabajo, el lenguaje, la
formación, los mitos). Por ello, particularmente respecto del trabajo, como Fuchs (2014), Cardon y Casilli (2015), Dyer-Witheford
(2015), Mosco (2017) no dejan de
señalar el tándem entre digital labor, precariedad y
flexibilidad.
Este núcleo problemático de las condiciones laborales en la ubicomp
ha sido el foco de atención para autores que estudian el poder de estos desarrollos
con el fin de lograr una estrecha vigilancia en el lugar de trabajo, así como la
exacerbación de la eliminación de los límites entre vida privada y vida profesional
(Zittrain, 2008). Es que, en términos
generales, desde el posoperaismo italiano y desde el tópico del capitalismo
cognitivo, autores como Lazzarato (2014),
Vercellone (2011) y otros parecen
suponer, detrás de la extensión de la valorización del capital a todo el cuerpo
social, que la omnipresencia de la informática está ligada a los procesos de
automatización de la vida cotidiana en el horizonte neoliberal -agenciamientos de
las formaciones sociales del control que configuran nuevos procesos de subjetivación
(cfr.Rossi, 2018 a)
Contra estas tendencias, las alternativas de Mosco pasan por la necesidad de una
estrategia política bajo una visión que soporte la democracia y el control público,
y que bregue por referirse a los usuarios como ciudadanos digitales antes que como
meros consumidores y puntos de producción de datos y metadatos. De esta forma, las
opciones políticas han de construirse alrededor de líneas de acción que versen sobre
la ocupación del Next Internet por movimientos sociales, la
regulación de la comercialización y la resistencia al militarismo, restaurando la
privacidad, así como luchando por un ingreso básico universal como derecho humano
(frente al impacto de la automatización en el trabajo).
Al mismo tiempo, Mosco subraya la necesidad de un mayor control de la polución
electrónica pues estas corrientes de economía política permiten ver que, a pesar del
alto poder de desmaterialización, predicado de la informática generalizada y
omnipresente, en lugar de crearse nuevas oportunidades para el desarrollo
sustentable se han configurado crecientes amenazas ecológicas (Zittrain, 2008)5
En tercer lugar han aparecido un conjunto de tendencias políticas que emergen
fundamentalmente de la herencia de la crítica postestructuralista
francesa. En el centro de estos aportes la pregunta política
reúne dimensiones tecnogenéticas, epistemogenéticas y ontogenéticas para esbozar una
mirada original sobre la ubicuidad de las redes y los objetos digitales.
En particular, inspirado en la obra de Simondon, Hui
(2017) ha señalado que interrogar nuestro medio (milieu)
digital es central para comprender el destino político inmediato. Por ello, analiza
el proceso de concretización de la ubicomp o, en
otros términos, cómo se ha pasado de una época del hipertexto (en la cual los
objetos online eran significativos solo para los humanos) a la era
de la web semántica (en la que los mismos cobran valor también para las máquinas
bajo la representación del conocimiento en IA). La respuesta se encuentra en la
individualización (o gramatización) propia de
la génesis de los lenguajes de marcado (del GML al XML, con el HTML conformando un
nivel menos concreto) y en la descripción acabada de los mismos (en ontologías web)
en términos relacionales, que le dan una nueva materialidad surgida del medio
asociado compuesto de protocolos, bases de datos y algoritmos.
Pero, además, el filósofo chino supone que los vivientes psíquicos-colectivos tienden
a volverse ellos mismos objetos digitales. Sin embargo, Hui (2017) no desarrolla esta arista como lo hacen otros
autores que recuperan lo que se podría considerar como el retorno
de los efectos de la individualización y del medio asociado de los objetos digitales
sobre el mundo cultural y psicosocial. Era esto lo que Simondon tenía en mente
cuando consideraba una suerte de reestructuración del medio
(primero geográfico y luego cultural) a partir de las redes (o conjuntos) de
información, comunicación y transporte (cfr.Rossi, 2018 b). De allí que autores como Mills (2016), desde el proyecto de una teoría
simondoniana de los New Media, señalen que la ubicuidad de las
tecnologías digitales lleva a la aparición de medios
tecnoculturales en los que el software conecta órdenes
de magnitudes diferentes (como los traders y las altísimas
velocidades de la economía de la bolsa) afectando la individuación psicosocial.
Reconocer la existencia de este milieu o entremedio
refleja que el núcleo del programa de la ubicomp, empeñado en
gestar una computación sin costuras, sin grietas, continua, lisa, infraestructural,
constante y sin interrupciones (o, como sugiere Weiser, seamless o
smooth), se ha logrado (Mainwaring, Chang y Anderson, 2004). Ello configura una
naturalización de la computación ubicua cifrada en la
complejidad de los ambientes inteligentes de información intensiva.
En consecuencia, no es extraño que este problema se presente en el pensamiento de
autores como Ekman y Díaz (2016), quienes
consideran la ubicomp como una forma de
enculturación. Para estos autores, la cultura
ubicomp implica entidades computacionales reticulares que se
co-individúan con los seres humanos de un modo siempre complejo y variable. y somos
individuados por sistemas de redes bajo técnicas de context
awareness, de anticipación temporal, de agencia autónoma, etcétera. Una
verdadera envoltura en permanente variación que le ha permitido a Abowd (2016) propagar la idea de shroud
computing −cuya paradójica y alarmante traducción alternativa podría
ser mortaja computacional−.
Un referente para todos los autores nombrados es el filósofo francés Stiegler (2015) para quien, inspirado en la
categoría deleuzoguattariana de dividual y en la simondoniana de
alienación, los nuevos milieux digitales forjan procesos de
desindividuación o proletarización propios de
las sociedades de control (cfr.Rossi, 2018 a-c). De acuerdo con Stiegler
(2015), las significaciones (imágenes, símbolos, etcétera) tienen como
condición ser soportadas por las realidades técnicas y permiten fundar las
individuaciones psíquicas y colectivas. Es el caso de las realidades técnicas que
retienen estructuras temporales y las espacializan (o gramatizan)
comenzando con la escritura misma (de allí que las llame, platónicamente,
hypomnémata y phármaka).
No obstante, para Stiegler (2015) las técnicas
digitales de la ubicomp señalan un momento crítico al ser
recuperadas por las dinámicas del capitalismo contemporáneo. Las mnemotécnicas o
retenciones terciarias gestan un tercer estadio de la proletarización6 cifrado en la destrucción progresiva
de los procesos atencionales, el quiebre de los recursos de la crítica a favor de la
previsibilidad y de las anticipaciones sobre las esferas del saber (hacer, vivir y
teórico).
En otros términos, una proletarización generalizada que ya no solo se atreve a
montarse sobre la expropiación o alienación de nuestros gestos y gustos (como lo
hacía la industria cultural programada), sino que también se despliega sobre el
pensamiento, la teorización y la imaginación (facultades noéticas).
A ello refieren Rouvroy y Berns (2016) como
gubernamentalidad algorítmica, en tanto correlaciones de
grandes bases de datos a altísimas velocidades, variedades y volúmenes (semióticas
a-significantes para Guattari (2013),
movilizadas a través de estrategias de recolección, análisis y perfilamiento que
aseguran la neutralización de la característica fundamental del realismo de las
relaciones. Es decir, imposibilitan el encuentro de potencias o la posibilidad de
transformar las relaciones sociales. Tal como lo señalaba Badiou (2010) respecto de las sociedades de control, la
ubicomp se presentaría como una verdadera prohibición del
devenir.
Así, frente a la destrucción de las ecologías atencionales, sociales y
medioambientales, los stieglerianos ensayan diversas tareas resistentes. Apuntarán,
por ejemplo, a conformar urbanidades inteligentes que servirían de soporte para
nuevas relaciones de ciudadanía y que intentarían revitalizar la democracia; además,
se dedicarán a proyectos de diseños de web deliberativas que posibiliten la
formación de singularidades o pugnarán por revalorizar la producción de saberes en
renovadas economías distributivas.
Estas y otras estrategias alternativas (que no podemos reseñar aquí) tienen como
leitmotiv crear los esquemas intelectivos y axiológicos para
comprender la reticularidad de las redes (o el
milieu digital) favoreciendo, como lo quería Simondon, la
reintegración y el mutuo enriquecimiento entre cultura y técnica. Claramente este
objetivo es visible también en otros autores cuando apuestan al
software libre (Greenfield,
2006) o bregan por un conocimiento público y generalizado para abrir la
ubicomp (Milner, 2006).
Puesto que se trata, en último término, de una política de las técnicas cifrada en
hacer que el phármakon sea un remedio antes que un tóxico y permita
así la apertura de nuevas relaciones sociales (o transindividuación
simondoniana).
Conclusiones
Hemos recorrido tres perspectivas que vinculan las dimensiones sociales y culturales
con el programa de la ubicomp, lo que permite atisbar nuevas
direcciones de investigación. En un primer momento nos detuvimos en las tendencias
analíticas instrumentales dispuestas a identificar el impacto, la aplicación y la
adopción de estos desarrollos. En ese sentido, nuevos estudios podrían replicar
estas soluciones a corto plazo en otros contextos institucionales y sociales.
Independientemente de los alcances actuales de estos proyectos, citamos expresamente
a pensadores latinoamericanos para advertir la necesidad de los trabajos en el campo
del diseño, pero también su deliberada limitación. En suma, faltan aproximaciones
cuantitativas y cualitativas que evalúen el solucionismo tecnológico inherente al
programa de la informática omnipresente como una de las vertientes más desarrolladas
y riesgosas en nuestras tierras.
Frente a las tendencias hacia el paternalismo tecnológico subrayamos que desde las
mismas áreas del diseño surgieron posturas que reparaban en la complejidad de la
ubicomp, al verla como una superficie de producción de
prácticas de la vida cotidiana. Así, no sería difícil diseñar aproximaciones
etnográficas que recuperen la producción de sentido en prácticas educativas, lúdicas
y laborales que varían con la introducción (como refundación) de ambientes
inteligentes y de situaciones elaboradas con computación proactiva.
Esta mirada a la textura dinámica del programa también permitió, en un segundo
momento, revisar los principales dilemas éticos y críticas culturales surgidos en
relación con la omnipresencia de la informática (temáticas como la autonomía y
responsabilidad, la capacidad de control, la privacidad, etcétera). Aquí también se
abren nuevas vías de investigación que deberán incorporar tanto el trabajo teórico
como la indagación empírica concreta, pues las características de la agencia en las
redes tecnológicas de la ubicomp ponen en cuestión las formas
clásicas de atribución de responsabilidad de la acción, desdibujando intereses y
culpabilidades. Quizá por el momento solo las indagaciones concretas de casos
específicos guarden una heurística positiva para dirimir muchos de los dilemas
éticos que han vislumbrado los autores trabajados.
Por último, se analizan tópicos políticos a través de posturas liberales que llamaban
a recuperar la democracia frente a la IOT, para luego detenernos en posiciones más
críticas que ven en el capitalismo una fuerza de aceleración del programa de la
ubicomp, lo que subraya problemas como la comercialización y la
militarización de la vida cotidiana. En consonancia con ello, está una tercera
tendencia que piensa la informática omnipresente relacionada con las dimensiones
ontogenéticas y tecnogenéticas, al acentuar el carácter fugaz del rostro humano
sobre la granularidad de una envoltura variable de silicio (shroud
computing). En ese sentido, las líneas de trabajo deben integrar tanto
las discusiones conceptuales que abren el hiato entre cultura y técnica, como los
proyectos de desarrollo específico que exceden las paradojas clásicas del
instrumentalismo tecnológico en perspectivas de conjunto.
Cuando promediaba la primera década de nuestro siglo, Greenfield (2006) alertaba que, en pleno auge del programa de la
ubicomp, pocos desarrolladores tenían una visión de conjunto o
trabajaban conscientemente en sus ladrillos fundamentales. Sostenía que quizá nunca
habían escuchado el sintagma “computación ubicua” o sus derivados, dedicados a
problemas particulares como calibrar la sensibilidad de una grilla de sensores,
diseñar equipos RFID, operacionalizar algoritmos, lograr la articulación entre
protocolos de comunicación, etcétera. Un caso similar podría señalarse respecto de
los múltiples estudios que analizan ciertas dimensiones sociales y culturales en
relación con la ubicomp, teniendo referentes empíricos al interior
de este programa, pero desconociendo su historia y prospectiva.
De hecho, mientras hoy no faltan los análisis que se explayan sobre las llamadas
redes sociales y se han multiplicado las opciones que indagan las telas
algorítmicas, pocos han optado por examinar el arácnido que silenciosa y
laboriosamente reteje y reestructura los entramados de la vida cotidiana. Con mucho
más que ocho patas montadas sobre las relaciones de poder y las formaciones de
saber, el programa ambicioso de la ubicomp necesita ser recompuesto
y repensado apuntando a la profundidad de su agencia.
Por supuesto, no debe imputarse daño alguno a la virtuosa heterogeneidad de los
análisis parciales y limitados, así como tampoco hablar de la
ubicomp debería equivaler y obturar las distintas vías de
expresión de funcionamientos técnicos y diseños ingenieriles diferentes. Por ello,
un primer aporte de los argumentos arriba ensayados ha sido recuperar la mirada
sobre la multiplicidad de desarrollos y de interpretaciones guardando como valencia
positiva la posibilidad de escapar a la impresión de sobrepujamiento entre las
diferentes estrategias empresariales (narrativa común a diversas aproximaciones a
nuestra temática). En todo caso, recomponer la mirada conjunta sobre un programa
continuo de I+D+i permite abrir genealogías sobre las distintas maneras de
comprender las relaciones cambiantes entre tecnologías y formaciones sociales.
Estrictamente ligado a lo anterior, como señala Ekman
y Díaz (2016), todavía no hemos descifrado la mejor vía para aproximarnos
a las prácticas culturales y a las dimensiones sociales involucradas en la
computación ubicua. Se trata de una tarea difícil porque, en su mayoría, estos
desarrollos han tenido como meta subrepticia el volverse invisibles, pero también
porque han sido escasos los estudios que buscaron reunir y poner en diálogo a las
diferentes perspectivas.
De allí que, frente a esta pluralidad, nuestro objetivo fuera rastrear las mutaciones
de tendencias analíticas que han emergido para asir las sutilezas de este programa,
lo que permitió comprender que el pensamiento social y cultural no ha quedado
impávido frente a la dispersión de la ubicomp en la vida cotidiana.
Aquí está un segundo aporte de este trabajo, pues si Weiser, como anticipamos,
pretendía convertir a las ciencias sociales y a las humanidades en campos
estratégicos para impulsar su programa, solo reavivando el escenario complejo y
diverso de las múltiples aproximaciones desde nuestras disciplinas pueden
anticiparse los riesgos y ampliar las posibilidades.
En tercer lugar, hemos intentado indicar que el problema de la génesis técnica de la
ubicomp tiende a desarmar los puntos temáticos anudados al
multiplicar las interconexiones en todos los sentidos. Como puede comprobarse en
cada pasaje trabajado, las tecnologías no son inmediatamente homologables, pero sí
se relacionan en su diseño al interior del programa. Quizá sea el tiempo de una
crítica que se escriba desde las técnicas informáticas, como lo demuestra el
resurgimiento del pensamiento de Kittler
(2002). En sus últimas contribuciones el pensador alemán indagaba lo que
denominaba la Era Turing, donde las capacidades de procesamiento,
almacenamiento y transmisión de información tenían como pináculo el medio universal
de la ubicomp.
Sin embargo, para Kittler (2002), la
informática omnipresente iba de la mano con un creciente analfabetismo computacional
resoluble solo al derribar las barreras entre las humanidades y las ciencias de la
computación y al explorar alternativas de open hardware que vayan a
contramano de los intereses corporativos. Sin ser posiciones equivalentes a los
estudios simondonianos, la recuperación de los argumentos kittlerianos puede ayudar
a superar el hiato entre cultura y técnica (lo cual, como se mencionó en el tercer
apartado, no deja de tener consecuencias políticas).
En último término, todas estas perspectivas adquieren fuerza real en su misma
complementariedad. Para algunos autores se trata de recortar un futuro, investirlo
de dirección y anticipar nuevas transformaciones; para otros se debe de comprender
mejor un presente complejo que ya está entre nosotros. Independientemente de la
temporalidad que se adopte, el programa de I+D+i de la ubicomp
corresponde a una profunda transformación en las formaciones del saber, en las
relaciones de poder y en los modos de subjetivación del capitalismo contemporáneo
(cfr.Rossi, 2018 a), y
abre nuevos regímenes de signos y materialidades cuyos sustratos solemos denominar
información, datos, metadatos, lenguajes de marcado, protocolos, algoritmos,
diferencias de voltajes, interfaces no convencionales, frecuencias
telecomunicacionales, estándares, artefactualidades astutas, etcétera.
Se trata de un nuevo conjunto de equipamientos y agenciamientos que disponen la
circulación, la modulación, el control y las composiciones de distintas dimensiones
relacionales en el creciente hábito de computar de nuestras formaciones sociales
contemporáneas. Este movimiento, a su vez, extiende, como resume Parisi (2013), la definición y los límites de
lo computable. Por ello, comprender las múltiples perspectivas desde las que se han
indagado estas prácticas es una tarea propia de una época en la que están cambiando
nuestras formas de pensarnos. Una época en la que más allá del teológico cariz de
los adjetivos de la omnipresencia y la ubicuidad ─que podrían llevar a un resurgir
de los argumentos a favor de la salvación divina bajo el peligro─, el pensamiento
político descubre que tecnicidad y filosofía pueden ser dos caras de una misma
moneda.
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Estas empresas antes estaban emblemáticamente cifradas por Xerox, IBM, Philips,
Intel, Olivetti y hoy lo están por Google, Amazon, Facebook, Microsoft, Apple,
etcétera. Al mismo tiempo se debe reconocer que, desde sus inicios, las
investigaciones empresariales estuvieron secundadas por pesquisas en
universidades británicas, japonesas y estadounidenses. También aparecieron
agencias gubernamentales que impulsaron el programa de I+D+i (como la iniciativa
para la Disappearing Computer financiada por la Comunidad
Europea).
Más cercano a nuestro tiempo, Floridi
(2014) ha llamado onlife experience a la
ubicomp ya que no respetaría límites entre la vida
online y lo que queda fuera de ella.
También existen advertencias y reparos políticos generales, como los de E. Sadin,
al referir una vida crecientemente robotizada en tanto cambio en la condición
antropológica, o los de M. Bunz, respecto de las transformaciones en el
periodismo. Al mismo tiempo, filósofos como B-C. Han no dejan de observar las
relaciones entre la psicopolítica contemporánea y el cálculo
intensivo de datos, de la misma forma que la alemana M. Ott refiere a los
fenómenos de la ubicomp como formadores de
dividuos (como veremos) en relación al tópico
deleuzoguattariano de las sociedades de control.
Evidentemente, cuestiones de espacio nos impedirán trabajar todas las
expresiones contemporáneas de estas críticas políticas.
Mosco (2017) se detendrá en la economía
política del capitalismo digital de los Big Five en tanto
reemplazaron a los primeros think tanks que impulsaron la
ubicuidad de la computación. No obstante, para el autor, hay que pensar que son
desarrollos concatenados y entrelazados que también expresan el poderío militar
norteamericano y que, en la actualidad, solo tienen un polo de hegemonía
alternativa en las plataformas digitales chinas (Alibaba, Baidu, Tencent, QQ,
WeChat´s, Wanda, China Telecom, Huawei, Didi Chuxing, etcétera). Huelga subrayar
que el Next Internet está íntimamente conectado a la política
económica global y a las tensiones geopolíticas contemporáneas de la llamada
guerra comercial.
Como puede verse, por ejemplo, en los crecientes volúmenes de energía consumidos
tanto por los dispositivos móviles como por la infraestructura de la
conectividad (Haleem en Khosrow-Pour,
2018).
Para Stiegler, el primer proceso de proletarización (en el siglo XIX) se cifra en
la pérdida del saber-hacer a manos de la individualización de las máquinas
termodinámicas, mientras que el segundo (siglo XX) se encarna en la maquinaria
de la industria cultural programada y la extracción del saber-vivir. Los
desarrollos de la ubicomp se suman a las anteriores
configurando una pérdida del saber-teórico (Rossi, 2018c).
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Rossi, L. S. R. (2020). Perspectivas sobre la
computación ubicua. Paakat: Revista de Tecnología y Sociedad, 10(18).
http://dx.doi.org/10.32870/Pk.a10n18.410
PAAKAT: Revista de Tecnología y Sociedad, año 14, número 26, marzo - agosto de 2024, es una publicación electrónica semestral editada por la Universidad de Guadalajara, a través de la Coordinación de Recursos Informativos del Sistema de Universidad Virtual. Av. La Paz 2453, Col. Arcos Sur, CP 44140, Guadalajara, Jalisco, México. Tels. 33 32 68 88 88 y 33 31 34 22 22, ext. 18775. Dirección electrónica: http://www.udgvirtual.udg.mx/paakat/index.php/paakat. Correo electrónico: paakat@udgvirtual.udg.mx. Editor responsable: Dr. Lázaro Marcos Chávez Aceves. Número de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título de la versión electrónica: 04-2011-111117155600-203, e-ISSN: 2007-3607, otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Sistema de Universidad Virtual, José Antonio Amaro López. Fecha de la última modificación: 29 de febrero de 2024.
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